Como bien dice a raíz de su muerte el pasado sábado en Houston por una enfermedad coronaria, Rattenfäringen: "Es una gran pérdida, descanse en paz..."
Descanse en paz quien vivió toda su vida por la paz...
Nueva York / Noviembre / Quinta Avenida
/El sol es un platillo volante metálico
/A la sombra, he preguntado a mi alma extranjera:
¿Es esto Babel o Sodoma?
Allí, en el umbral de un abismo eléctrico
alto como el cielo, me encontré con Edward
hace treinta años,
en un tiempo menos terco que éste.
Nos dijimos:
Si tu pasado te sirve de experiencia,
¡dale al mañana sentido y visión!
Venga,
vayamos hacia el mañana con fe
en la sinceridad de la imaginación,
y en el milagro de la hierba
/No recuerdo si fuimos al cine
aquella tarde. Sí que oí a unos indios
antiguos que me gritaban:
No os fiéis del caballo, ni de la modernidad.
No, no hay víctima que pregunte al verdugo:
¿Yo soy tú? Si mi espada fuera
más grande que mi rosa, ¿me preguntarías
si haría lo que tú?
Una pregunta así llama la atención del novelista
en un despacho de cristal que da a
los lirios de un jardín... donde la mano
de la hipótesis es blanca como la conciencia
del novelista cuando ajusta cuentas
con la naturaleza humana: No hay mañana
en el ayer, ¡avancemos pues!
/Puede que el avance sea el puente de vuelta
a la barbarie... /
Nueva York. Edward se despierta con la pereza
del alba. Toca una melodía de Mozart. Va a correr
al campo de tenis de la Universidad. Reflexiona sobre
la emigración de las aves al margen de fronteras y barreras.
Hojea The New York Times. Redacta un artículo
tenso. Maldice a un orientalista que guía al general
hacia el punto débil del corazón de una oriental.
Se da una ducha. Elige un traje con la elegancia de un gallo.
Se toma su café con leche. Y grita
con la aurora: Vamos, no te entretengas
con la aurora: Vamos, no te entretengas
/Sobre el viento camina. Y en el viento
sabe quién es. No existe techo para el viento.
El viento no tiene casa. El viento es brújula
para el Norte del extranjero.
Dice: Soy de allí. Soy de aquí.
Y no estoy allí, ni estoy aquí.
Tengo dos nombres que se encuentran y se separan.
Y tengo dos lenguas, pero he olvidado con cuál
sueño,
tengo la inglesa para escribir,
dócil el léxico,
y tengo otra con la que el cielo dialoga con
Jerusalén, de plata el acento, pero que
¡no se somete a mi imaginación!
¿Y la identidad?, dije.
Dijo: Autodefensa...
La identidad es hija del nacimiento, pero
al fin es creación de uno mismo, no
herencia de un pasado. Yo soy lo plural. En
mi interior está mi exterior renovado... Pero
pertenezco a la pregunta de la víctima. Si no
fuera de allí, habituaría a mi corazón
a criar allí a la gacela de la metonimia.
Lleva tu país donde vayas...
y sé narcisista si cuadra
/―Exilio es el mundo exterior
y exilio es el mundo interior.
¿Quién eres tú entre ambos?
―No me defino del todo
para no echarme a perder. Yo soy lo que soy
y soy el otro que es yo en una dualidad
que se mece entre el verbo y el signo.
Mahmud Darwix
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