Hoy le comentaba leyendo un poema de Begoña Abad De La Parte que la poesía escrita por mujeres viene siendo interesantísima y vital para entender y situarse en la escritura de nuestro tiempo, porque las mujeres viven y escriben sin renunciar a lo íntimo, a lo afectivo, a lo familiar. Y porque tienen siete veces más dificultad para publicar o ser reconocidas (aún todavía) por lo que sus obras suelen ser más sucintas, esenciales, auténticas (en la no reiteración de lo ya escrito). No es norma ni ley, más bien una impresión que tengo y leyendo este poema de Ali Mar, constato en mí como lector. Y es desde las ilusiones reencontradas desde donde me situo frente a la poesía alimartinezeña...
V. G.
La acequia de chocolate
------------------------ a mi abuelo Bernardo
------------------------ por contármelo todo
------------------------ a mi abuelo Bernardo
------------------------ por contármelo todo
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Corrían ajenos a sus pantalones cortos grises
saltando el peligro reclamado de besos y zurcidos
Los veranos eran dulces en la sierra de Carlet
Griterío, cántico de pájaros
Apenas cien centímetros del suelo
El herrero le despidió con mano ruda
De nervios afilados y quemados
saltando el peligro reclamado de besos y zurcidos
Los veranos eran dulces en la sierra de Carlet
Griterío, cántico de pájaros
Apenas cien centímetros del suelo
El herrero le despidió con mano ruda
De nervios afilados y quemados
Allá iba la chiquillería
Gorjeo de niños alejados
Vuelta la esquina
Ya no quedan de esos
La libertad de los niños ha sido sacrificada
Gorjeo de niños alejados
Vuelta la esquina
Ya no quedan de esos
La libertad de los niños ha sido sacrificada
Todos sabían adónde iban: hacía calor
Olía el aire a chocolate nuevo
Era un verano de miel
Y ellos eran libres
La fábrica de chocolate bañaba el campo
De olores y sueños de domingo en la plaza
Salía el agua a borbotones
-Ese aroma, ese ruido, ese recuerdo endulzado-
Teñía de marrón el agua de la acequia
Corriendo llegaban, corriendo se zambullían
Y corriendo salían perseguidos de ira y garrote.
Una vez un niño se ahogó.
Era muy pequeñito.
“Pero volvimos al día siguiente. Siempre volvíamos”
Olía el aire a chocolate nuevo
Era un verano de miel
Y ellos eran libres
La fábrica de chocolate bañaba el campo
De olores y sueños de domingo en la plaza
Salía el agua a borbotones
-Ese aroma, ese ruido, ese recuerdo endulzado-
Teñía de marrón el agua de la acequia
Corriendo llegaban, corriendo se zambullían
Y corriendo salían perseguidos de ira y garrote.
Una vez un niño se ahogó.
Era muy pequeñito.
“Pero volvimos al día siguiente. Siempre volvíamos”
Cómo traslada el poema a tus recintos de la infancia, a sus parejes, sus recuerdos, los afectos y las tristezas.
ResponderEliminarMe encantó leerte Alicia.
Gracias Víktor siempre nos dejas
claros de luz en tu blog.
Gracias a tí, Ana. Por tu lectura, complicidad y empatía. Que la hay, ¿verdad?
ResponderEliminarUn beset
Viktor
Víktor: regreso resacosa todavía de una noche de tertulia honda y sincera y me encuentro esto. Qué decir cuando tanto se siente, cuando tanto se está viviendo y compartiendo. Nada y todo: Gracias. Me hacéis sentir que formo parte de algo y es una sensación casi onírica... única. Gracias por tus palabras, tus adentros. Gracias también Ana. Un beso cálido a los dos (bueno, uno a cada uno)
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