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---Simbad El Varado
Hoy me quito la máscara y me miras vacío
y ves en mis paredes los trozos de papel no desteñido
donde habitaban tus retratos,
y arriba ves las cicatrices de sus clavos.
De aquel rincón manaba el chorro de los ecos,
aquí abría su puerta a dos fantasmas el espejo,
allí crujió la grávida cama de los suplicios,
por allá entraba el sol a redimirnos.
Iba la voz sonámbula del pecho combo al pecho,
sin tenerse a clamar en el desierto;
ahora la ves, quemada y sin audiencia,
esparcir sus cenizas por la arena.
Iba la luz jugando de tus dientes a mis ojos,
su llamarada negra te subía de los hombros,
se desmayaba en sus deliquios en tus manos,
su clavel ululaba en mi arrebato.
Ahora es el desvelo con su gota de agua
y su cuenta de endrinas ovejas descarriadas,
porque no viven ya en mi carne
los seis sentidos mágicos de antes,
por mi razón, sin guerra, entumecida,
y el despecho de oírte: "Siempre seré tu amiga",
para decirme así que ya no existo,
que viste tras la máscara y me hallaste vacío.
EL NAUFRAGIO Esta mañana te sorprendo con el rostro tan desnudo que temblamos;
sin más que un aire de haber sido y sólo estar, ahora,
un aire que te cuelga de los ojos y los dientes,
correveidile colibrí, estático
dentro del halo de su movimiento.
Y no hablas. No hables,
que no tienes ya voz de adivinanza
y acaso te he perdido con saberte,
y acaso estás aquí, de pronto inmóvil,
tierra que me acogió de noche náufrago
y que al alba descubro isla desierta y árida;
y me voy por tu orilla, pensativo, y no encuentro
el litoral ni el nombre que te deseaba en la tormenta.
Esta mañana me consume en su rescoldo la conciencia de mis llagas;
sin ella no creería en la escalera inaccesible de la noche
ni en su hermoso guardián insobornable:
aquí me hirió su mano, aquí su sueño,
en Emel su sonrisa, en luz su poesía,
su desamor me agobia en tu mirada.
Y luché contra el mar toda la noche,
desde Homero hasta Joseph Conrad,
para llegar a tu rostro desierto
y en su arena leer que nada espere,
que no espere misterio, que no espere.
Con la mañana derogaron las estrellas sus señales y sus leyes
y es inútil que el cartógrafo dibuje ríos secos en la palma de la mano.
-------------Gilberto Owen, (
1904-
1952). Fue un escritor
mexicano, originario de
Rosario,
Sinaloa.
Ocupó cargos diplomáticos diversos. Fue autor de
Desvelo (1923, editado de manera póstuma),
La llama fría (1925),
Novela como nube (1926),
Línea (1930) y
Perseo vencido (1948). Nació el 13 de mayo de 1904 en el pueblo sinaloense de Rosario, de donde partió, con su madre, Margarita Estrada, y su media hermana, a Toluca, capital del Estado de México. Tras estudiar en el Instituto Científico y Literario de esta ciudad, se trasladó a México para continuar sus estudios en la Escuela Nacional Preparatoria mientras trabajaba en la oficina de la presidencia. En las aulas preparatorias conoció a Jorge Cuesta y juntos frecuentaron los círculos literarios de la capital, principalmente el de Enrique González Martínez, al lado de otros jóvenes escritores como Xavier Villaurrutia, Salvador Novo y Jaime Torres Bodet. Bajo la influencia simbolista de González Martínez y Juan Ramón Jiménez, Owen y Villaurrutia escribieron sus primeros libros de poemas --
Desvelo yme la poesía mexicana como colaboradores de la revista
La Falange --que dirigía Tojrres Bodet--,
Ulises y la que dio nombre y directriz a su grupo,
Contemporáneos (1928-1931) [vid.
Los contemporáneos], dirigida por el propio Torres Bodet y Bernardo Ortiz de Montellano. En 1925 Owen escribió
La llama fría, publicada en el diario
El Universal, la primera de las novelas líricas con las que el grupo experimentó la prosa poética, en un franco desafío a la estética realista que comenzaba a imponer la novela de la Revolución mexicana. (Fuente: wikipedia)