No era mi sandalia descosiéndose,
mi melena oscura de día verdadero,
ni mis manos ni el volcan de ojos
quebrados en mis manos. Lo que fue
tres veces en una
suficiente inclinación sobre las niñas
que como yo
tendrán que desnudar la historia
con cinceles de poesía
para poder ser en los tiempos que trae
sobre sus cansados brazos
una madre molida a palos.
Voy aprendiendo, hija de todas las razas,
que este caminar ha trenzado
mis venas con todas las selvas y bosques
de un mundo pequeño,
incomprensiblemente sujeto
a la ficción de las fronteras y los miedos.
¿QUIEN encarcelará a la niña que llevo
en mi hombro,
al pertinaz hombre que llevo en mi vientre,
a la hecatombe de obreras y licenciadas
que por mis uñas
saltan hacia los siete pilares de la supervivencia?.
No era, no, la sandalía que rota llaga el pie.
Ni la canícula diurna que la noche templó.
Es, hermana inquietud,
la benigna sombra de un beso,
el sol que lo galopa, la canción de los desesperados
el verdadero alimento
de mi irreversible nomadeo por "Las Geografías
del desorden". (**)
-------------------- ¿CAUTELA?
Todavía no, pero será. Ahora es el tiempo que
enhebrado de osada y femenina consciencia
como una madre molida a palos
lleva en sus brazos
el cuerpo pequeñito y sin fronteras
de nuestra Tierra.
... desde tan larga orfandad, los que empiezan
a sumar su esfuerzo
en la gran molicie maquínica,
y los que afuera
-su desaparecida pubertad es desierto-
evitan las fuerzas del orden
y evitan las mafias del crepúsculo urbanizado,
tienen en tu Impetu
el cordón umbilical que alimenta
su precariedad.
------------------------ ¿Invisibles?
Quiera que no sean invisibles
un bebe en el basural
unos niños con el pegamento,
los jovenes "espadas" del parque móvil,
las bandas, los vecinos, las jubiladas,
las asalariadas y las callejeras,
los parados, los imparables, los discapacitados,
las enfermas, las universitarias, las mágicas,
los desocupados, los tullidos, las preocupadas.
No, no es la espalda lo que se oxida.
Ese dolor lo aguanta una mujer ecuatoriana
sin pávulo.
No, no es tan sólo la pavura de los escombrados
en rutinas asfixiantes,
ni las maltratadas ni las empequeñecidas.
Es, juventud que deviene,
es vuestra diferencia la que aviva,
la que alimenta
la que injerta entre mis venas y el mundo
la palabra y el beso.
Mujer en tierra firme pregunta: ¿sin cielo es todo Chihuahua
o Atacama?. Un cielo se ve desde Cochamba
que los huérfanos -quisiera
subirlos a todos a mi grupa-
no tocan aún.
No, no son pasos lo que vine dando.
Son besos. Esperanza
de que todo es ahora responsabilidad
de nosotras y vosotros,
juventud que deviene,
amado pueblo mío de todas las razas.
Yupaichani.
Yupaichani.