José Kozer
Naturaleza muerta de Franz Kafka (Tríptico de Franz Kafka)
Para Jorge Rodríguez Padrón
con Pizca
Le cupo amar los gorriones.
Porque era un hombre abundante y detestable quiso creerse oscuro
como si fuera un habitante de la ciudad de Viena
condenado a inspeccionar el mundo desde los
ventanales que Stalin concibió en el Kremlin.
Pero soñaba también con los cañaverales.
Vio un día que lapidaron la imagen de San Juan de Patmos en los
ojos rasgados del fuego.
Y se sintió circundado de palomas.
Vasto en exceso, conoció momentáneamente
las desdichas de la ambigüedad.
Creyó verse asesinado entre los matorrales por los gendarmes.
Por su falta de clarividencia conoció el futuro.
En la piedra de los holocaustos comprendió su significado.
Dejaba demasiadas circunstancias por terminar.
Nadie compareció: llamaban a los fiscales en la piedad.
Lo empezaron a buscar
por Praga o en la incesante garúa de Lima pero sólo desenterraban
el veredicto que dejó en las bibliotecas.
Nadie
entre tantísimos documentos lo quiso consolar.
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