REENCARNACIÓN
Recuerdas, hija mía, cuando no habías nacido
y andabas de puntillas en los labios
apenas estrenados.
Recuerdas cómo hablábamos
sin que te dieras cuenta de que eras
un pellizco de amor
callándome los dedos.
Tú eras la certeza de una ausencia
que nunca escaparía,
y aunque estabas segura de perderme
en la próxima cita,
volvías cada noche,
tan desnuda,
para dejar tu ropa en los alambres
del mendigo poeta.
¡Jamás imaginé que te vería
trasportando mi sangre!
Hoy vuelves a dictarme lo imposible
con tu silencio exacto.
Sigues siendo el poema escurridizo
que no supe atrapar,
el pez desorientado que escapaba
de mi banco de sueños.
Sigues siendo poema, lo sé... te reconozco
por tu reencarnación casi simétrica
cada vez que te paras a escucharme.
Me superas en todo…
pudiste con mis párpados
cuando estaban borrachos de esperarte,
y hoy dejas sin idioma
el alfabeto inmenso de mi beso.
¡No hay poeta capaz de mejorarte!
Has venido a salvarme del fracaso,
ahora sé que jamás te hubiera escrito.
Luis Oroz.
Recuerdas, hija mía, cuando no habías nacido
y andabas de puntillas en los labios
apenas estrenados.
Recuerdas cómo hablábamos
sin que te dieras cuenta de que eras
un pellizco de amor
callándome los dedos.
Tú eras la certeza de una ausencia
que nunca escaparía,
y aunque estabas segura de perderme
en la próxima cita,
volvías cada noche,
tan desnuda,
para dejar tu ropa en los alambres
del mendigo poeta.
¡Jamás imaginé que te vería
trasportando mi sangre!
Hoy vuelves a dictarme lo imposible
con tu silencio exacto.
Sigues siendo el poema escurridizo
que no supe atrapar,
el pez desorientado que escapaba
de mi banco de sueños.
Sigues siendo poema, lo sé... te reconozco
por tu reencarnación casi simétrica
cada vez que te paras a escucharme.
Me superas en todo…
pudiste con mis párpados
cuando estaban borrachos de esperarte,
y hoy dejas sin idioma
el alfabeto inmenso de mi beso.
¡No hay poeta capaz de mejorarte!
Has venido a salvarme del fracaso,
ahora sé que jamás te hubiera escrito.
Luis Oroz.
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