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Dispersa la memoria en la sangre del músculo:
la lengua, el músculo que habla
con la cordillera de los muertos
(¿cordillera absoluta, eternidad?)
Ejercicio del profeta:
fijar los ojos del pasado
en el sonido de las rocas
chocando con el agua.
Otro ejercicio:
con el corazón en luto
trascender el tiempo
y colgarse del dolor.
Mi lengua habló (¿hablaba?)
porque todos querían saber si nevaría,
si llegarían guanacos.
Narrador del futuro,
¿trazarán estas palabras la caída
de una estrella fugaz
invocando a los muertos?
Nadie enduela su voz como plegaria,
Carlos Juárez Aldazábal
Tantalia/crawl, Buenos Aires, 2003
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