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Miro largo rato a los seres, las cosas, antes de verlos; después me acostumbro a su presencia y desaparecen sin hacer ruido.
E. Jabès
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¿Y si el desierto no fuese más que polvo de cielo destruido?
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Cuando has conocido el desierto, le quedas deudor para siempre por una prueba benéfica, la que te prescribe olvidar. El silencio del desierto te desnuda. Y con eso te vuelves tú mismo. O sea nada. Pero una nada que escucha.
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La experiencia del desierto fue, para mí, dominante. Entre cielo y arena, entre el Todo y la Nada, hay una cuestión candente, ardiente. Arde y no se consume. Arde por si misma, en el vacío. La experiencia del desierto también es la escucha, la escucha extrema.
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El desierto es bastante más que una práctica del silencio y de la escucha. Es una abertura eterna.
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Las dunas son, acaso, polvo de millones de tumbas;
nuestros verdaderos lechos de eternidad, al abrigo de indiscretos.
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Ya no hay regreso posible para aquel que se ha hundido en el desierto. Venido de otro lugar, el otro lugar es su horizonte germinado.
"Arena es la pregunta. Arena es la respuesta. Es ilimitado nuestro desierto." Escribía Reb Semama. Sostenía un poco de arena en cada mano: "por un lado, las preguntas; por el otro, las respuestas. Tienen el mismo peso de polvo." decía también.
Edmon Jabès
2 comentarios:
Tengo este libro hace ya un tiempo
volveré a su relectura.
El desierto encierra múltiples misterios y espejismos.
Buena elección.
Es cierto, es un libro de consulta y relectura. Una joyita.
Un beset
Tu Viktor
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