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Un cielo avaro de esplendor es el último poemario publicado por el poeta, ensayista, traductor, crítico, profesor y apasionado investigador cultural Jenaro Taléns Carmona en la muy cuidada Colección de poesía de la editorial Salto de página.
Sobre el libro, merece leer la crítica de Tua Blesa, acá, de donde extraigo:
Uno de los poemas lo declara a modo de principio de escritura: “Decir sólo las huellas que el dolor inscribe, sin melancolía”.
No era de esperar otra cosa de Jenaro Talens (Tarifa, Cádiz, 1946), pues en su ya extensa obra poética, una de las sobresalientes del período contemporáneo, ha mostrado ser un poeta moderno que no se deja atrapar por las trampas de los sentimientos, lo que no quiere decir, claro está, que no se hagan presentes en sus poemas.
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Sobre esta obra, la propia editorial sugiere:
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Un cielo avaro de esplendor representa, en la larga y compleja
trayectoria poética de Jenaro Talens, una privilegiada metáfora del conflicto
esencial que de modo constante ha atravesado su escritura: el ser-en-el-mundo.
La voz poemática que habla en sus páginas busca aprehender, sin coartadas y sin
subterfugios, el latido y la respiración de la existencia con un lenguaje cada
vez más nítido y despojado de toda sentimentalidad superflua. Es una voz
consciente de su desvalimiento y su fragilidad. No obstante, al enfrentarse con
la experiencia traumática de la temporalidad y la muerte, rechaza la tentación
elegíaca para cantar el valor irrenunciable de la vida y la voluntad de vivirla
como lo que es, una parte tan sólo del ciclo natural de la materia.
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Dos poemas de Jenaro Taléns extractados del libro
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EL PAJARO DE LA RESURRECCIÓN
Como una lengua que se deslizase sobre la superficie de la
piel con la lentitud con que una gota de rocío se diluye en el alba, la arena
de la playa se incrusta con esfuerzo en la espuma del mar, semejante al sonido
de los peces cuando alcanzan el fondo. No te detengas, peregrino. Recuerda al
viejo griego que decía «vestí de luto azul y quedé solo» y busca, al otro lado de los muros, donde comienza el cerco
de lo inhabitable, eso que algunos llaman realidad.
NIÑO QUE CORRE CON
LOBOS
(Palabras para Matías
en el otoño mexicano de Guadalajara)
Huyo de una mirada que ahora sé que no es mía. Con ella, sin
embargo, gocé los fastos de la primavera y bebí de una luz donde aún, improbable,
persevero. No era la herrumbre al uso ni la desnudez del otoño lo que me
esperaba al otro lado del jardín, pues sólo quien remonta por el cauce puede
encontrar la huella de un origen y son las brumas las que borran el destello de
unos años vividos en cascada. Si algo aprendí de un cielo avaro de esplendor,
fue el poder de los sueños amablemente infieles. Por eso tus dos ojos, hoy recién
florecidos, me devuelven un estremecimiento muy antiguo que hace tiempo olvidé,
la certidumbre de que otras son las aguas que corren bajo el mismo río y han
sembrado en mi casa la alegre combustión de la pureza.
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