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QUIEN no haya visto el mar que se
levante,
yo os lo voy a contar, cerrad los ojos.
Imaginad que el agua, como un caballo
blanco,
se hubiera subido al campanario.
Las hojas de los árboles son peces,
la nieve, espuma de cristal sobre las
olas.
Como de un vaso de luz
que sostuviera la mano de Dios,
van cayendo una a una las gotas de la
vida.
Así, el inocente pájaro,
la piedra, el musgo o la mariposa
van entrando en el agua que ya todo lo
cubre.
Creeréis que el mundo, desde siempre,
ha ido llevándole sus ríos.
Del fuego, de la oculta ceniza de madera
ha tomado el mar su verde brote de
esmeralda.
Como el ruiseñor que canta
en los jardines de la tierra
también las caracolas en sus profundos
valles
celebran la música.
Por eso al acercar tu oído
a ese bello laberinto de leche
escucharás, aunque no quieras,
el inmenso ruido de la mar.
Ahora ya lo sabéis,
y sólo falta empujarlo, entre todos,
al aire.
Antífona del otoño en el valle del Bierzo (1985)
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