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selecciono tres poemas cuya belleza y sustantiva fugacidad
no han remitido ni con la crítica ni con la exégesis ni con la
semiótica ni con la filosofía ni con la retórica porque son y no
tres poemas fronterizos, nómadas, sin amo ni servidumbres.
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entre
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el sueño y la vigilia o cuánticamente en los dos lugares a la vez
con su paradójica y con su intemperie estos tres poemas recelan
de un collar, una estantería, un tributo aunque sea de salud ya
que en su propia e inesperada trayectoria van ligeros de equipaje.
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la poesía entonces, música que no adviertes hasta que retornas,
archipiélago unido por transferencias e hilos, intuiciones y perceptos,
ha conseguido desbancar a la Lógica y la Razón como amaestradoras
del ser y su cualidad es un coro de significantes de lo imaginario a lo real
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desanundando lo simbólico y volviéndolo a unir, dudando y reconociendo
lugares, no para sí,
sombra a sombra,
anudando y desanudando, aunque el gato se enrosque en el ovillo
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tres poemas acuden desde el lento ejercicio de la relectura, acompasada
la muerte-vida al ondulante espejo del agua y la noche, una asimetría ¿no?
así la escritura como diferencia, y no menos como encuentro, caminando...
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Víktor Gómez
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Apuntes y aproximaciones a Y todos estábamos vivos de:
Eduardo Moga
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Pilar Yagüe
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Elena Díaz (entrevista por el Premio Nacional de poesía 2006)
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entre el corazón y la tela
que envuelve
el corazón
en el sueño
profundo
sin imagen
ni sueños
amodorraditos en aquel rinconcito
(protéjame
esto, proteja esto a quien lo expone)
Dormías. De modo natural
cerré la
puerta. Estabas en mi casa
y eras más
clara de lo que fuiste
y también
era clara la penumbra
de aquella
habitación. Buscaba yo
otra cosa y
cerré sin ruido comprobando
que ya no
tenía voz. Todo
aguardaba
bajo formas
de sueño. Tú
semejabas
santa
Úrsula, atino ahora,
con aquella
claridad y algo
del superior
tamaño, Úrsula y su sueño.
si me dejaras ir contigo en la noche,
en la hora
parda del metro, antes
de amanecer,
si pudiera acoger,
contemplar
todo hueso tu rostro, el gesto
de fiera que
piensa y vive sola, si no
se
removieran airadas las palabras,
si no
sintiera el viento que azota los
árboles
arriba; qué hice que no
recuerdo,
qué hicieron, dónde
ocurre la
vida y es libre y no
benigna,
dónde con su herida
lo solo del
animal
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Olvido García Valdés
Y todos estábamos vivos
(Tusquets, 2006)
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