Las traslúcidas manos del judío
labran en la penumbra los cristales
y la tarde que muere es miedo y frío
(Las tardes a las tardes son iguales.)
Las manos y el espacio del jacinto
que palidece en el confín del Ghetto
casi no existen para el hombre quieto
que está soñando un claro laberinto.
No lo turba la fama, ese reflejo
de sueños en el sueño de otro espejo,
ni el temoroso amor de las doncellas.
Libre de la metáfora y el mito,
labra un arduo cristal: el infinito
mapa de Aquel que es todas Sus estrellas.
Jorge Luis Borges "Espiñoza"
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