Antonio Gamoneda (Oviedo, 30 de mayo de 1931) es el segundo escritor español que confía su particular legado a esta "capilla, no del dinero, sino de la cultura" ,tras Francisco Ayala, quien inauguró el pasado mes de febrero la caja fuerte que pertenece al edifico que desde octubre ocupa el Instituto Cervantes en la madrileña Calle Alcalá, y que fue sede del Banco Español del Río de la Plata, primero, y del Banco Central, después. "¿Qué puede meter en esta caja un poeta? Nosotros somos profesionalmente pobres, no tenemos grandes joyas ni nada que pueda convertirse en algo valioso, sólo tenemos pequeños misterios, y algo de eso es lo que ha quedado encerrado aquí", argumentó el autor de títulos como "Arden las pérdidas", "El libro del frío" o el "Libro de los venenos".
Si Francisco Ayala llevó a cabo su depositó en la caja 1000 y marcó su apertura para 2057; Antonio Gamoneda consignó un sobre mediano y lacrado en la caja 1001, y fechó en 2032 su apertura, año en el que confía ser él mismo quien lo abra; aunque confesó, haciendo gala de su afabilidad y sentido del humor, que esta posibilidad es "un poco exagerada". El depósito de este "pequeño misterio" del poeta, que además del Premio Cervantes, es Premio Nacional de Poesía y Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, ha resultado ser para Gamoneda una «extraña y satisfactoria operación». "Me siento emocionado también porque anda de por medio una vieja amistad", confesó el escritor en referencia a a Cesar Antonio Molina. Habrá que esperar hasta el 2032 para saber qué es lo que ha dejado en este espacio acorazado el último premio Cervantes, un poeta para el que la poesía «tiene su causa y su finalidad en la creación de placer», y cuya obra completa está publicada, bajo el título "Esta luz" y el sello Galaxia Gutemberg-Círculo de Lectores.
César Antonio Molina, que se refirió a Gamoneda como "su viejo amigo y maestro", comunicó a los asistentes al acto que la biblioteca del futuro Instituto Cervantes en la ciudad de Frankfurt, quinto centro de esta entidad en Alemania y que estará listo a finales de año, llevará el nombre de Antonio Gamoneda. Este espacio de la sede del Instituto Cervantes dedicado a la memoria cultural de la lengua española cuenta con más de mil ochocientas cajas de seguridad que recibirán en los próximos meses el legado de escritores, cineastas, músicos, artistas, científicos o arquitectos.
"La poesía produce una cierta salvación del sufrimiento, pero no completa".
"Pienso que no es una suerte privativa de los poetas. Cuando los contenidos de la obra estética están fundamentados en el sufrimiento y de alguna manera se es capaz de convertirlos en objeto poético hay una operación alquímica y una cierta salvación del sufrimiento, pero digo sólo una cierta salvación, no completa",
Y dando por buenas las palabras de Heidegger "el dolor es un don de la hondura", Antonio Gamoneda ha ido profundizando en la herida para arrojar más luz a "esta oscuridad, porque la vida que yo necesito es más justa y más bella", pero rápidamente añade:
"aunque imagino que sin estar preparado para grandes honduras hay mucha gente en situación de sufrimiento, demasiada".
Un dolor que en la poesía de este autor, que también fue un importante crítico de arte durante años, está lleno de amor a la vida, y de consuelo. Tanto es así que en muchos casos con su lectura se siente la carnosidad o fisicidad de la palabras.Así, este poeta provinciano, como le gusta a él denominarse
- "el mejor poeta de mi barrio" -,
pero grande y universal por la hondura y transcendencia de su obra forjada con su propia experiencia, ocupará mañana la tribuna del Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares para hablar de la influencia de la pobreza en la obra de Cervantes.
Poeta desde niño "Y no sólo en la obra del autor del Quijote", añade. Gamoneda ha recibido en los últimos meses el reconocimiento público y oficial, el pasado marzo también obtuvo el premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, y posee el Nacional de Poesía, pero es poeta casi desde niño. Desde los cinco o seis años, y después, ya con más conciencia, cuando tenía catorce, él sabía que quería ser poeta y ya se daba "a la escucha. Cuando aprendí a leer con el libro de mi padre fue muy importante porque penetró en mí el conocimiento de los signos, de la escritura; el conocimiento del lenguaje y una forma de pensamiento no coloquial. Entré en una zona más que de comprensión, de sensibilidad con la poesía",
explica el autor de Arden las pérdidas o El libro de los venenos.
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