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Exiliado de veranos, de ocios, de pan
vivir resulta ser
una escritura sin
otra tinta que la rabia
amarilla
sobre el blanco banco de madera
vieja.
Escribir lo que no ha de
verse más,
nunca más,
porque en ese continuo irse, perder
un techo,
romper
cada atardecer
y escombrar los insomnios
no hay lugar
para el verso.
¿Quién en el frío
demoledor, ante
la basta extensión inacabable
de la noche
busca una
cerilla para leer, para en lo sangrado ver
la resistencia
al olvido, a la pérdida
de lo justo?
¿No se camina, sencillamente, en silencio,
eludiendo caminos
y ahuyentando los lobos
o los coches
con la fiereza de quién
muere solo?
Viktor Gómez
2 comentarios:
Este poema es tu voz.
Tuya, no de otros.
Todo deviene en su justo
tiempo, en su justa medida.
Un perfumado elogio a la noche.
No me imagino, Ana, vivir sin los paisajes de mi lar, sin los rostros de los míos, sin el perfume nuestro del campo, de lo cotidiano.
Y hay tantos desplazados, tantas gentes que desubicados, exiliados, han venido a vivir a un lugar extranjero.
¿Cómo abrirles vínculos de serenidad y esperanza, cómo traerles paz y descanso a sus noches?
Imagino los niños sin la referencia de sus padres, su ciudad, en campos de refugiados o a mitad camino de ningún lugar y pienso que esto es tan grave e importante que ya...
en fin, hay que tomar partido por las cosas.
Un besito,
buen lunes
Tu Viktor
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