— Pegado a las rocas al mar y a las montañas.
— Pegado, pegado a las rocas al mar y a las montañas.
— Recorrí muchas partes.
— Mis amigos sollozaban dentro de los viejos galpones de concreto.
— Los muchachos aullaban.
— Vamos, hemos llegado donde nos decían —le grité a mi lindo chico.
— Goteando de la cara me acompañaban los Sres.
— Pero a nadie encontré para decirles "buenos días", sólo unos brujos con
— máuser ordenándome una bien sangrienta.
— Yo dije —están locos, ellos dijeron —no lo creas.
— Sólo las cruces se veían y los dos viejos galpones cubiertos de algo.
— De un bayonetazo me cercenaron el hombro y sentí mi brazo al caer al
— pasto.
— Y luego con él golpearon a mis amigos.
— Siguieron y siguieron pero cuando les empezaron a dar a mis padres
— corrí al urinario a vomitar.
— Inmensas praderas se formaban en cada una de las arcadas, las nubes
— rompiendo el cielo y los cerros acercándose.
— Cómo te llamas y qué haces me preguntaron.
— Mira tiene un buen cul. Cómo te llamas buen culo bastarda chica, me
— preguntaron.
— Pero mi amor ha quedado pegado en las rocas, el mar y las montañas.
— Pero mi amor te digo, ha quedado adherido en las rocas, el mar
— y las montañas.
— Ellas no conocen los malditos galpones de concreto.
— Ellas son. Yo vengo con mis amigos sollozando.
— Yo vengo de muchos lugares.
(...)
Raúl Zurita (Santiago, Chile, 1950)
De Canto a su amor desaparecido
(Santiago, Editorial Universitaria, 1985)