miércoles, 7 de mayo de 2008

Un poema que nace de una fotografia

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At the same time, life may be hard and beautiful...
...Al mismo tiempo, la vida puede ser dura y maravillosa

Foto de Dsole: Espinas
http://momentosdeundia.blogspot.com/

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EL SECRETO
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Ella amaba los cardos, venía a mediatarde
sin nada en las manos
y los ojos engrisecidos, brillantes.

----------------------------- Sin nada en las manos.
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Ella amaba los cardos, salía muy pronto
tras el arrabal blanco
y más allá, de perdidos lares, erraba.
---------------------------- Tras el arrabal blanco.
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Más allá iba, a donde los cardos
se olvidan que hay ciudades tumultuosas
que vomitan humos negros.
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-------------------------- Ella amaba los cardos:
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De verdad, la belleza
no puede ser sino el atrevimiento
de la fragilidad a darse.

Víktor Gómez


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Riechmann: aprendizaje y disciplina de un escritor

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- ¿Cuáles han sido los puntales básicos en tu aprendizaje como escritor? ¿Te has sometido o te sometes a algún tipo de disciplina literaria? ¿Naciste o te hiciste escritor? ¿Crees únicamente en el trabajo diario o le otorgas algún papel a la denostada inspiración cuando encaras el folio/ la pantalla en blanco?

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Jorge Riechmann:

- He mencionado ya dos de los puntales básicos: en los años de adolescencia, los dos círculos de diálogo y experiencia humana y literaria que constituían mi grupo de amigos letraheridos por un lado, y la relación con Pepe Mascaraque por otro. Creo que aprender idiomas -sobre todo francés y alemán en mi caso; inglés en menor medida- es fundamental para un escritor joven: abre horizontes, y quita mucho pelo de la dehesa poseer en su lengua original al menos otra gran literatura a la escrita en la lengua materna de uno. Con la primera traducción de Char que hice para Hiperión -La palabra en archipiélago- tuve una gran fortuna: poder discutirla línea a línea con un traductor paciente y avezado, Ramón Buenaventura. Fue una de las experiencias más instructivas de mi vida. No he asistido a escuelas de letras o talleres literarios.
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Creo que la disciplina de quien escribe poesía no es tanto una disciplina literaria como una disciplina de vida. Cierta determinación y terquedad en la aventura de vivir. En un poema he escrito que los poetas no son ciudadanos especiales. La materia de su vida cotidiana es la de cualquier hijo de vecino. Quizá lo que diferencie a un poeta sea la calidad de su atención, el empeño de vivir hasta el fondo, el trabajo de elaboración -consciente o inconsciente- de sus vivencias. Está siempre de servicio, hasta durante el sueño (algunas escuelas poéticas dirían que sobre todo durante el sueño). En cierto sentido vive hacia el poema: pero como esta actitud, las más de las veces, no es fruto de un esfuerzo voluntario sino más bien un hábito adquirido, la cosa no resulta tan agotadora como podría parecer. Vive así hacia el poema: pero el poema llega, cuaja, cristaliza, se escribe cuando él quiere (o sea, en cualquier momento del día o la noche, incluyendo la ducha, la duermevela y el autobús). La experiencia del puñado de versos, o a veces el poema entero, escritos a vuelapluma como recogiendo un dictado es tan conocida que no vale la pena detenerse en ella. No hay ahí ninguna comunicación numinosa: estamos recogiendo el fruto de lo que nuestra atención y curiosidad sembró durante aquel vivir hacia el poema.
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De manera que el disciplinado trabajo diario -en el sentido de: levantarse a las siete y sentarse delante del ordenador- me sirve para escribir ensayo sobre ecología o sobre política, pero no para escribir poesía (que anoto en cuadernos que siempre llevo conmigo, y soy incapaz de escribir directamente al ordenador).