lunes, 9 de julio de 2007

ELENA ESCRIBANO: TEORIA DE LA INSPIRACION (I)

Hay muy pocos temas tan polémicos entre los poetas como el de la inspiración, de hecho, rara vez sale en sus conversaciones, y cuando esto sucede se nota la huida apresurada hacia las cancelas más seguras o el más cercano burladero, anda suelto el toro embolado de la Musa. ¿Qué decir que no resulte demasiado manido, ingenuo o decadentemente provocador?

Vivimos en una sociedad altamente tecnificada y racionalista en la que todo lo que no se comprende racionalmente es rechazado muchas veces sin contemplaciones. Además el pensamiento democrático impregna parcelas que nada tienen que ver con la política, y reclama la igualdad, no sólo ante la ley, lo que es absolutamente deseable, sino también en campos tan poco propicios para lo democrático como la creación artística.

Así oímos voces que aseguran que cualquier persona que trabaje lo suficiente y se forme de la manera adecuada podrá realizar una obra de arte. Son los defensores del taller, del trabajo creativo con un horario más o menos fijo, de la constancia en la seguridad de que el poema genial acabará por llegar si se le busca con insistencia. En su actitud democratizadora nadie es considerado especialmente merecedor de dones particulares, todo aquel que busque la poesía de la manera correcta la encontrará.

Otros por el contrario mantienen que toda creación poética verdadera es producto absoluto de la inspiración, llegando incluso a defender que el poeta es un mero transmisor de la Palabra, así con mayúsculas, Poética. En ese rapto de la mente el poeta hará bien incluso si desaparece, él mismo y su intrahistoria, porque su función es la de aplicado alumno al dictado de la Musa. Son los poetas arrebatados, abducidos, no lo merecían pero les ha tocado a ellos, como el don de la profecía, y lo viven con el agradecimiento y la humildad que pueden. La poesía es un don gratuito y lo tiene quien lo tiene; pertenecen a la elite de los elegidos y pagan el peaje de la Gracia con el puro miedo de desconocer si serán nuevamente visitados por el Espíritu de la Palabra o han sido abandonados para siempre.

Pero hay otra postura intermedia: la inspiración existe y es imprescindible en todo gran poema, pero esa inspiración no llegará en toda su plenitud si el poeta no ha afinado adecuadamente su voz con el trabajo constante y el conocimiento de la tradición y del aire de su tiempo.


Decía Federico García Lorca:

“Si es verdad que soy poeta por la gracia de Dios –o del demonio–, también lo es que lo soy por la gracia de la técnica y del esfuerzo, y de darme cuenta en absoluto de lo que es un poema”


Esta tercera vía acepta la posibilidad de la inspiración, a veces incluso se asombra por su fuerza inusitada, pero es también consciente de que la inspiración, por genial o potente que sea necesita un instrumento bien afinado, una voz muy trabajada para que pueda manifestarse con todos sus matices y en toda su plenitud. Se parecería en cierto modo al trabajo constante de la bailarina clásica que dedica largos años a conseguir un cuerpo fuerte, de músculos bien preparados, conocedora de las distintas técnicas y recursos que logran que su cuerpo sea tan flexible y fuerte, tan preciso y armónico que sea capaz de interpretar con él desde la composición más delicada al más arriesgado de los saltos. Esa bailarina a veces podrá interpretar muy acertadamente composiciones de mucha dificultad, pero puede ser que en algunos momentos su cuerpo perfectamente trabajado reciba ese algo que la eleva más allá de ella misma y su danza ya no sea interpretación sino creación. Arrebatada por sentimientos difíciles de interpretar por ella misma, apoyados en una técnica perfecta, logra la emoción absoluta de todo el que la contempla. Sin el trabajo previo, por mucha inspiración que alcanzara sería una bailarina mediocre, sin la inspiración, por muy experta que fuera en su oficio, sólo alcanzaría el término de correcta.


¿Y qué es la inspiración? J.R.J. la identificaba con la inteligencia. El dios al que dirige su plegaria es su pensamiento, buscador incesante del prodigio de la palabra perfecta, como reflejo de la esencialidad que busca descubrir y poder transmitirnos :
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¡Inteligencia, dame
el nombre exacto de las cosas!
Que mi palabra sea
la cosa misma
creada por mi alma nuevamente.
Que por mí vayan todos
los que no las conocen, a las cosas;
que por mí vayan todos
los mismos que las aman, a las cosas…
¡Inteligencia dame
el nombre exacto, y tuyo,
y suyo, y mío, de las cosas!
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Aníbal Núñez prefiere bromear con el asunto y en su “L.C.M” (Liquidación por Cambio de Musa) nos dice en el poema “Caza Mayor”
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Rastreando las teclas una a una
en conjunto o por zonas
el poeta ojea el muy posible
bando de inspiraciones, la manada de musas…

-
Valente en Treinta y siete fragmentos le suplica:
-

Y ahora danos
una muerte honorable,
vieja
madre prostituida,
Musa.

ELENA ESCRIBANO: TEORIA DE LA INSPIRACION (II)


Entre la inspiración como don divino, como búsqueda intelectual o como manada de musas…o “madre prostituida” hay demasiada distancia de tono y profundidad. ¿Por qué tantas diferencias entre unos y otros? ¿A qué se le tiene tanto miedo?

Desde el Romanticismo a nuestros días hemos andado un largo camino en la poesía lírica que ha ido desde la exaltación del yo más absoluto, a considerar el yo poético como un ente de ficción. En este ocultamiento del yo, en ese pudor que parece que arrastra todo poeta contemporáneo, en ese miedo o en esa delicadeza, que prefiere no imponer el yo del poeta y sólo sugerirlo como personaje, tímido personaje que quiere ser conocido pero no demasiado, se encuentra una de las claves de la poesía del S. XX y actual. El simbolismo y sus velos para ocultar, al mismo tiempo que desvela a los iniciados, el yo lírico, el pudor afectivo, el yo social como ente revolucionario frente al yo íntimo-individual, el monólogo dramático, la metapoesía, y posteriormente, el poeta como “fingidor” o más abiertamente como ente de ficción, son la misma cosa: el miedo que se tiene ante lo inevitable: mostrar las cicatrices del poeta o su emoción, en un mundo racionalista en el que esas cosas se llevan en silencio y lo más discretamente que se pueda.




En este contexto nadie desea ser “señalado” por la Musa, ni menos aún que se sepa que le visita a altas horas de la madrugada. La inspiración ha acabado siendo esa relación vergonzante que se lleva como se puede, y que no se sabe como presentar a los conocidos más presentables: “Aquí mi amiga”…o… “Mi compañera” si es algo progre, y en muchos casos el silencio desconcertante o salvador.

Pero la relación existe. Siempre ha existido. Existe la inspiración, nadie que la haya conocido una sola vez en su vida puede negarla. Y los lectores también huelen su presencia porque, cuando realmente se muestra en un poema, éste adquiere una categoría superior a la de “bueno” o “perfecto”, es sencillamente inefable. Es eso que nadie sabe lo que es pero que se encuentra incluso en poemas de técnica defectuosa, pero da igual, son grandes poemas. Sin embargo, por adecuado que sea el ritmo, por exacto el lenguaje…si no está atravesado por ella resultará grato, inteligente, bueno incluso, pero no será un gran poema.
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El problema tal vez sea el nombre: inspiración. Nombre desgastado por el uso, pero sin embargo absolutamente revelador desde mi punto de vista.






Inspirar significa “atraer el aire exterior a los pulmones”. Se necesita para ello un ser capaz de mezclar su yo íntimo, su aliento –que ha recorrido por los glóbulos rojos de su sangre alimentándola–, con el exterior; de él recoge el aliento y a él lo devuelve. Se comunican el interior y el exterior, lo más profundo de nuestro ser entra en contacto permanente con el exterior del ser. De él se alimenta, a él devuelve lo utilizado. Se hace un, en un acto tan sencillo y repetitivo que todos aquí lo hacemos sin darnos cuenta de que, a la vez, estamos mezclándonos, refrescándonos, alimentándonos unos y otros de la misma materia que compartimos a pesar de las distinta individualidades.

La inspiración tiene su materia orgánica en el aire del tiempo que nos rodea a todos y en la tradición. No hay inspiración atemporal. Machado lo dijo muy bien: la poesía es la palabra esencial en el tiempo. Y es el poeta el que inspira ese aire común, esa forma de entender la vida que tiene cada generación como evolución de la tradición y como búsqueda revolucionaria, y lo hace suyo, lo introduce alimentando su ser, refrescando su sangre, y devolviendo en forma de poema lo que fue un latido, un descubrimiento, una “ocurrencia”.




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Elena Escribano con su amigo el poeta Angel Gonzalez en Valencia, 2007






Porque en el momento de la inspiración está funcionando a la vez todo lo que somos, todo lo que nuestro ser ha sido capaz de metabolizar a lo largo de nuestra vida: la tradición literaria, el “aire” de nuestro tiempo, el ritmo de la música, todas nuestras lecturas y escrituras, películas, canciones, y fracturas, desde el yo más íntimo al más social. Y en ese momento, cuanto mejor se haya trabajado el oficio de poeta, cuanto más afinada se tenga la voz, mejor sonará ese verso primero que dicen nos regalan los dioses pero que hemos de trabajar, y mucho, para que surja pleno de significados y de belleza.

Sí, creo en la inspiración, pero nada puede hacer por ella misma sin el trabajo continuado, el conocimiento de la tradición el estudio serio y la autocrítica rigurosa.

Sin ella sólo tendremos versos bien manufacturados, versos de artesanos del verso, correctos e inteligentes en el mejor de los casos, pero faltos de eso que nadie sabe qué es aunque siga llamándose inspiración.

Y como creo que me he puesto muy seria, quisiera acabar con un poema anónimo que me he encontrado encima de la mesa esta mañana, tal vez lo haya dejado la Musa de los lunes, pero que le agradezco profundamente por irle al pelo a todo esto que les acabo de contar.


Dice así:

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LA INSPIRACIÓN


Se busca un poeta que emocione
a un lector que se ha quedado sin palabras.

Me sirven los poetas ya expirados,
inspirados, ex - pirados
o pirados ya directamente,
siempre que me lleven arrastrada
o en volandas
desde el primero al último
de los versos de un poema,

Me va la línea clara o el silencio
siempre que digan algo con aquella inteligencia
que convierte la barra de los bares
en un campo de combate de distinta artillería,
o me dejen sin aliento cuando adensan
–apenas unos cuantos sustantivos–
la sustancia de lo que siempre ando buscando
y cambia tanto a lo largo de la vida.

En el fondo la poesía
es así de imprescindible.
A mí al menos me permite respirar.

Artículo de Elena Escribano


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Es por esa facilidad que tiene Elena Escribano de atraparnos como la araña en su red y dejarno indefensos ante su pasión por la poesía por lo que un Taller de Poesía Universitario acaba convirtiendose en un vivaz grupo poético, de lo más libre, vario y singular y sus clases en un con-versar con la poesía de todos los tiempos y la escucha de muchos lectores con instinto órfico.


V.G.











JUAN CARLOS MAESTRE: monólogo en la frontera de la Verdad y lo Bello


LA TUMBA DE KEATS (Madrid, Hiperión 1999)PREMIO JAÉN DE POESÍA 1999


Escrito durante la estancia del poeta en Italia, entre octubre de 1997 y 1998, como becario de la Academia de España en Roma


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En la vida de un hombre siempre hay una mañana para la calamidad, una mañana regida por las multiplicaciones del símbolo y la idolatría órfica de la perduración. En la vida de un hombre hay almacenes llenos de objetos y maderas con insectos, hay tensos mundos artificiales y canales por los que discurre la sangre hasta los vasos, hay fósforo y sonido del delirio del fósforo, la respiración de un tigre y la mano del desobediente cortada, hay calor entre un semejante y otro y hay destrucción porque existe en ellos la proximidad y el imán que la ahuyenta. En la vida de un hombre hay zapatos usados por un padre, hay profusas noches que luego nos darán temor, hay cuerpos de adivina,cuerpos por primera vez, espantosos labios con rencor, la voz que nos conoce y se queda ahí mirándonos como una res moribunda en el estanque helado. En la vida de un hombre lo que tiene importancia y lo que no tiene importancia, lo que se resiste a desaparecer, la aparición de una ciudad, el cansancio de los viajeros, lo que favorece la ambición y lo que elogia la idea de abstenerse, la duda moral de una vida solitaria, el descargo de multiplicarse en otros.





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Ese día vas a dejar flores a la tumba de Keats, y allí el centinela silvestre, el vigilante mísero bajo la lengua de los hombres, el que escribió su nombre en el agua como un culpable en la piedra, el que en su vértice vacío está tumbado hacia arriba, tocado por las raíces de los árboles como animal entre víboras,el que sellado con cera abre de noche sus feroces pupilas de amante, el transtornado por los elementos, el jinete viudo de las luciérnagas, John Keats en el ácido alimento de los que escarban la tierra con el tenedor y la brújula,los espectadores encadenados al argumento como la verdad al suicida, la transfiguración de la Osa Mayor en estrella marina, el hilo que entra por una oreja y descifra el cautiverio de lo oído en la otra, el enigma de lo salvaje en la máquina del árbol, el agitado ciervo que cruza la campiña de un sueño donde hay sangre, la edad del centinela, la lengua del centinela, los ojos del centinela, el método de los enamorados y las nubes, el método terrestre de las catástrofes, lo que el hombre sabe del hombre, los frutos de la inocencia y la clave del pánico, lo que diserta sobre las mareas el transparente ahogado en la espiral del éter, lo que el turbulento de las tabernas y el descendiente de la pesadilla de Adán saben de la iluminación de los cinco sentidos, la ruina del hombre y el perfume de los burdeles, la alcoba iluminada por la lujuria. Oscuréceme videncia, une al condenado con el error y su coro, que respire frenético en su rotación de polvo, que lo abrigue el trueno, que lo abrigue el resplandor de las rosas, las lechuzas hijas del panadero, que nada hiera su atmósfera de ciego ni el carbón que en él silba. Venga el rayo y la boca del vaticinio del rayo con su estridente cascada de cuchillos,venga Jonás a sacarlo del húmedo cartílago, reviente en su mina el mineral, abra la llave, pues aquéllos son los ojos en los que llorarán los míos.






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En este jardín burgués donde es la soledad nueva salud del hombre, el anhelo impuro que bajo la tumba finje un firmamento efímero. Aquí donde el prudente existe como una espiga aislada y anuncia en la campana sus lágrimas el ángel, aquí junto al molino donde la mujer y el sátiro intuyen su materia armónica y maligna. Aquí la gravedad del ávido y el júbilo del dueño son un mecanismo vano ante el petirrojo exacto y ataúd de un águila el desusado cielo de los fuertes. Tú sabes que no te pertenece la brevedad de esa visión, vuelves la cabeza, un innoble zumbido ha invadido las rosas, como fiebre violenta hablan las piedras el idioma del número. Tú conoces el desierto de rocas que incendia la saliva, el meteoro que ensueña con su insumiso azar los besos. Has visto la cuchara de acero que sostiene el cirujano ante el cráneo de la geometría, la belleza arruinada en las inteligentes mansiones. Bebes como el débil, esperas esa sed como el campesino el grano, la abolición del dios del sacrificio, la abolición del luto de la Historia.Nada puede el hombre contra su farsa inútil, nada la ilusión y su maleza, nada el estupor del cielo, nada la multitud que vive en las movedizas playas del sacrificio humano, la generación del mar, los descendientes de un animal sagrado, nada un día de armisticio al que sigue otro día de batalla, nada el superviviente que entra en el olvido como una antorcha que se apaga, nada el horadado que es órgano de paja donde concluye el viento.






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Has enhebrado para la mujer que amas un collar de piedras translúcidas, le has dado al quejumbroso el apellido indiferente de los sacrificados, brilla en él el ámbar de la medicina que brota de las estaciones rojas, el pudor de las palabras íntimas prohibidas por el vendedor de la tristeza. Viene aquí el sonámbulo con sus tenacillas de madera a recortar los mirtos, viene a cantar su leve edad el pájaro y el caracol descalzo de los músicos, hace su aparición el descarnado, la muchedumbre expósita, el príncipe de Dinamarca, entran los músculos del hombre que degüella carneros y la mano del soñador que borda,entran los estigmas del paralítico y el punto de fuga que miran los atletas, al que afecta la bendición y el Cristo infectado con los brazos abiertos, entra la mujer pública y la amada en la brutalidad, entra la sostenida en la flaqueza, el vergonzoso extenuado, el que tiene un apodo, el imposible profeta, se asoma otro con su cuerda, otro con su joya rubia, otro antiguo, llega el alucinado con su alondra, se regocija, pide migas para creer, pide un vestigio el que después de haber creído también va a ser cubierto de lodo, pide compasión el lodo por ser definitivo, pide luz el hueco por morarlo oscuro. Cantas, entonces tristemente cantas, dices tu oración a un mundo que se acaba mientras los astros con desgana giran como un lento eclipse sobre las cosas muertas, y el mar es un estanque de agua errante y detenida, y el cuerpo del amor es otro cuerpo de anegada fiebre y un vasto manantial de acero el ruiseñor que canta. Todo se extingue, todo concluye como amistad funesta, como estatua rota que cubriera el musgo la verdad se oculta, la veloz guirnalda del relámpago, la codicia esquiva que ruboriza al cielo, la trenza de laurel, la noche compasiva que el soberano Amor ha regalado al pastor más viejo.Manso es el día de la pólvora en el corazón de un ciervo, benigno bajo el panteón del sol el espíritu del valle, los elementos que dan memoria a cada una de las horas y los días, la lluvia sobre Keats, la luz de oro sobre la invisible espina en su cámara de palo. Este es ahora mi país, madre del barro, un litoral inglés junto a los muros de Roma. Y llueve sobre Keats, llueve lo que roe invulnerable la esperanza, esa partícula de Dios que hace creer a un hombre en otro hombre, esa tumba blanca donde honra un arpa como austero fruto la juventud de un joven. No eres tú el vencedor que tañe el frío instrumento de los mármoles,no eres tú el alarido ni su plaga de miseria que infecta los suburbios, no eres la temprana primavera ni la araña en el fragmento del otoño. Eres en mí la nada sucesiva, eres el pacto entre la liturgia del templo y la cabaña, no la resina agónica del fuerte sino la frente indefensa y el dormido. Aquí el hombre elevado como una nación bajo amenaza, aquí el pequeño hombre sin bandera y el país sin fama, aquí la hierba de los cementerios y la indecisa aurora en la que los sapos cantan,la herida perfumada del excéntrico, el soliloquio moral de los retratos, aquí la efigie, la persona, la gota de rocío a la que ladra un perro.






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Puede la vieja madre de los hombres, la Roma enferma bajo la cal más roja, referir este viaje a un oyente ciego,puede mi vida entregarse a la ternura o al rencor como se abandona en un hospicio al huérfano, aferrarse a la casualidad como la moral del cálculo al espíritu de las matemáticas, puede la comprensión de un hombre que recuerda a Sófocles abrazar su tragedia, errar en la negación, saciar con lágrimas el féretro de Edipo, puede la conjura demoler el Vaticano, erigir en el lugar ficticio otra redención, cambiar paloma por murciélago, cruz por obelisco, opio por incienso, la Roma devastada y vuelta de nuevo a construir como un esencial cadáver, la pústula doliente, la mancha de veneno en el mantel de bodas, lengua con hormigas, cicatriz de bronce con el hedor de un príncipe, la ciudad cercada por el alambre negro de la extorsión fascista, la democracia pútrida como cansancio inútil al final de un sueño, al final de un siglo que permitió Mathausen, la vida sucia del crimen psiquiátrico que masacra a desconocidos en lugares desconocidos bajo causas desconocidas, la calamidad de sus artífices, la conformidad vergonzosa ante los responsables del drama, la adulación de los ancianos, los burgueses viejos, el sangriento lujo, el depositario de la rosa con cabellos grises, la luna malsana sobre los rígidos, el tiempo incansable de los presidiarios, exhausto el carcelero en su acomodo, cansado el palpitante en su escondite, fragua el vehemente corazón su fuga, su prodigiosa emboscada trama el inaudito, ya en la violenta luz que lo deslumbra, ya en la contemplativa luz que me alimenta, el espacioso aire, la extremada inteligencia de la música, la asidua claridad del día, lo que da al ser su vacilante inocencia de alma desvalida, éste mi único bien, la fábula que restituye al mundo su lugar en el hombre, el escándalo de la posteridad con cabeza de ángel y cuerpo ¨ de demonio, el repentino ruido del silencio ante la casa de la honradez. Poco importa, poco importa a tu amistad el método correcto, poco importa al método correcto la equivocación de los seres comunes si ante el tribunal de los vivos asume cada cual el lugar de su propio deseo, opta el hombre por un pez dorado, opta la mujer por otro, opta el solemne sol, la mariposa extraña, por un solo ojo opta el cíclope, eligen su color los caracoles negros, como el pájaro rezagado, como la huella de los analfabetos, como una vocal ante las constelaciones, como los cuatro elementos más la nieve y el rayo, como Adán confuso, como las manos de mi padre encendiendo el fuego, como viejo marinero contemplando el humo de los barcos.


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Adiós Roma, adiós dolorosa luz indescifrable, adiós elocuente sueño, resplandor sin noche, huracán de astros, adiós fúnebres coronas que dormís en los eclipses, cintura de los arcos, adiós nublado reino del otoño, guante del revés, adiós nocturno sol anciano, adiós sílabas del agua, arbusto inmaterial de las estatuas, adiós aposento del amor, van a separarnos, adiós deseo, adiós cielo profano, echad la risa al fuego, cerrad la luz desnuda con candado, no importa ya vivir sino la vida, no importa ya morir sino lo humano, quién cortará la flor enferma de las calles, qué lobos viejos, qué ojos curvos bajo la ulcerada carne de los vivos, hacia qué tesoro de losas y ceniza irán los desunidos pasos del impostor y el apacible anónimo, a qué corral de palo, a qué tacto de ciudad el desterrado domador de la amargura, oh Roma sin motivo, Roma olida por el fúnebre hocico del cangrejo, Roma desmembrada diente a diente, quién desde las grúas del entresueño, quién desde el gran miedo del forzoso mar, todo se traiciona, todo lo que se ama alguna vez se pierde, adiós estrella negra del pianista, adiós prisa de la tierra, la alcoba esta vacía, en vano la hipótesis del cisne junto a la carne muerta, en vano ya la brizna, la nube en vano, el mapa de los vientos: Aquí yace alguien cuyo nombre fue escrito en el agua.


JUAN CARLOS MESTRE: La poesía ha caído en desgracia (Madrid, Visor, 1992)


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EL HOMBRE DE GRIS
Este es el poema en el que existe un hombre sentado, un hombre que está vestido de gris, que viaja a visitar a otro hombre que ni siquiera conoce, a un hombre que también ha tomado el tranvía y viaja a su encuentro y que va pensando lo mismo que el otro hombre de gris.
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Este es el poema donde existen dos hombres sentados, los dos han amado, los dos han sufrido, los dos han tomado el tranvía, se ignoran, no saben que ambos viajan al encuentro de un hombre vestido de gris.
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Este es el poema donde existen tres hombres sentados, tres hombres que hablan de un hombre que habrá de venir, un hombre que vestido de gris estará esperando el tranvía sentado en un banco no muy lejos de aquí.
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Este es el poema en que cuatro hombres sentados se miran, pero ninguno se atreve a pronunciar la palabra, la misma palabra que está ardiendo en sus labios desde el instante preciso en que cada uno de ellos se decidiera a venir.
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Esperan, aguardan a un hombre que aún no ha tomado el tranvía, un hombre que está abriendo el armario y saca su traje y se ve en el espejo vestido de gris.
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TIEMPO


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El tiempo estaba dentro de nosotros como la muerte en el pensamiento de los ancianos, pájaros azules sobre las zarzas de la sabiduría.

JUAN CARLOS MESTRE: presentación

JUAN CARLOS MESTRE, poeta y artista visual, nace el 15 de abril de 1957 en Villafranca del Bierzo (León).




En 1982 publica su primer libro, Siete poemas escritos junto a la lluvia, al que seguirán, en 1983, La visita de Safo y Antífona del Otoño en el Valle del Bierzo, poemario con el que obtiene el PREMIO ADONAIS de poesía en 1985. En 1987, durante su estancia de varios años en Chile, publica Las páginas del fuego y, ya de regreso a España, La poesía ha caído en desgracia (Editorial Visor), libro por el que se le otorga en 1992 el PREMIO JAIME GIL DE BIEDMA.
Como artista visual ha expuesto su obra gráfica y pictórica en galerías de Europa, EE. UU. y América Latina, así como editado numerosos libros de artista en colaboración con otros artistas y poetas como José María Parreño, Amancio Prada o Rafael Pérez Estrada.

Con La tumba de Keats, editado por Hiperión y escrito durante su estancia en Italia como becario de la Academia de España en Roma, obtuvo el PREMIO JAÉN de poesía 1999, año en el que se le concede una Mención de Honor en el Premio Nacional de Grabado de la Calcografía Nacional, semejante distinción que obtiene en la VII Bienal Internacional de Grabado Caixanova 2002. Las estrellas para quien las trabaja, su publicación más reciente, apareció en la colección Cuadernos de la Borrachería, Zamora, en el 2001.

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UN POEMA:
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HERÁCLITO
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Mi padre dijo: Hoy es el día del fuego
en cuya destrucción todo es diferente.
Ancho era el mar y yo quería buscarme a mí mismo,
rodee su cuello con dulzura, sus extinguidos brazos,
aquellos que tensaban el arco y en la luz del día
caricia exacta de más y más amor hacían.
También el humo hace toser a los dioses,
por eso padre mi alma está llena de fuego.
Yo le decía, pero su sueño era hallar la orilla,
averiguar el inicio de la costa, botar naves.
No se da cuenta que el agua quemó ayer todas las playas.

LA VISITA DE SAFO (León, Colección Provincia, 1983)


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SU PAGINA:



http://poexia.iespana.es/poecons/mestre.htm