jueves, 29 de mayo de 2008

Arturo Borra contesta a "Lo que son las cosas" de Antonio Méndez

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"La poesía es porvenir que el poeta exhala"

Arturo Borra

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El joven poeta y ensayista
Arturo Borra (Santa Fe, Argentina, 1972, reside actualmente en España) es un especialista en comunicación y pensamiento crítico que vive y escribe en esa morosa disposición del artista en la intemperie, dialógico, insurrecto y activo. Interpelado por el artículo en defensa de la Asamblea contra Boloña que Antonio Méndez Rubio titula "Lo que son las cosas" deja casi a vuela pluma esta interpeladora y vivencial reflexión, que ahonda en la problematica impuesta por un sistema neoliberal sobre los puntos de resistencia a su voraz acción antirrevolucionaria, anti-intelectual y anti-cívica. Ante esa agresiva usurpación de lo nuestro, ante el acoso a las estructuras que se ofrecen para pensar y formar ciudadanos de conciencia habrá que significarse. No cabe, no existe la neutralidad.

Para tomar partido.


Víktor Gómez

A. Crespo, Quique Falcón y Arturo Borra



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En la década de los 90, en Argentina, las políticas menemistas procuraron instalar un modelo universitario privatizado y orientado ideológicamente por el neoconservadurismo: a partir de la tristemente célebre “Ley de Educación superior” no sólo se proponía el arancelamiento universitario, sino además la restricción en el ingreso, la superación de “pruebas” por parte de los universitarios –realizada por el ministerio de educación, sin ningún criterio de especialidad-, la externalización de los controles de la mentada “calidad educativa”, la tendencia a transferir del ciclo básico a los postgrados ciertos saberes técnicos, convertidos en bienes intelectuales comercializables y, por si fuera poco, la instauración de un sistema de distribución en los que los beneficiados serían aquellos que más implantaran las políticas universitarias restrictivas y elitistas promovidas por el Banco Mundial y el FMI. El proyecto, desde luego, no sólo apuntaba a “rentabilizar” un espacio que no tiene por qué ser rentable; también instituía la mercantilización de los saberes, la instrumentalización profesionalista de las carreras universitarias y la creciente despolitización de la formación, reduciéndola a un producto económica, más allá de sus dimensiones políticas e intelectuales. El corolario de todas esas medidas nefastas fue la impugnación de una educación reflexiva y crítica que no aceptara, simplemente, su subordinación a un mercado capitalista que reduce a los sujetos educativos a mera fuerza de trabajo (calificada).
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Una década y media después, las mismas injerencias, las mismas estrategias de selectividad económica, se repiten en Europa, en buena medida, como método de afianzar la alianza entre mercado y universidad, y como forma de dar acceso sólo a aquellos que de antemano ya están alineados a una sociedad que no cuestiona las relaciones de propiedad ni mucho menos la existencia misma de las clases sociales. Otra vez, la centralización dogmática de la “economía de mercado” tiene como contracara la pretensión de reducir la universidad a un espacio de adoctrinamiento acrítico y despolitizado.

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Creo que habría que tomar nota de lo ocurrido en América Latina. Los movimientos estudiantes nos movilizamos por casi una década para impedir eso, aunque sólo lo conseguimos a medias, porque si bien no se aranceló, se hicieron concesiones de hecho bastante perversas. Como sea, esta reforma propuesta no sólo es reaccionaria: va por afianzar la dominación simbólica (aunque apele a su retórica eufemística). No se trata aquí de repetir el tópico de la ignorancia como condición de la dominación –aunque sea cierto-; lo que se discute, en primer lugar, tampoco es un modelo de financiación. No: está en juego el tipo de conocimientos que debe producir la universidad; en pocas palabras, la legitimidad misma de la academia como espacio crítico. Contra ese discurso modernizador no bastan las movilizaciones ni los pronunciamientos públicos, por demás de necesarios. Hay que dar batalla también en un nivel técnico, mostrando las consecuencias negativas de estos modelos educativos que son también modelos de sociedad. En cualquier caso, articular esas luchas significa también recuperar las experiencias históricas que en muchos países hemos protagonizado sin querer.

Un abrazo,
Arturo Borra

PD: aunque el estado sea co-responsable de esas políticas, tampoco deberíamos olvidar que uno de los objetivos de los organismos internacionales de crédito es demantelar los ya devaluados estados de bienestar europeos. Este desmantelamiento –A. L. lo padeció- no sólo perjudica a las clases desfavorecidas, sino que además, reduce más todavía la posibilidad de desarrollar una política redistributiva.



La poesía es porvenir que el poema exhala.