jueves, 17 de abril de 2008

ANIBAL NUÑEZ: HIMNO DEL DESOLADO

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Himno del desolado

Qué hacer para mostrarse solidario
de la ruina. Arruinarse. No es astuta
la hiedra que derrumba; el viento menos
que echa tejas abajo. El atributo
de la desolación florece, crece:
vida sin colorín que sustituya
donde vida no habrá. Se poda el canto
no para su esplendor, para el embuste
mandado a suplantar. Nazca el asombro
donde no -es invisible la mano, la sonrisa
es norma- quedan brotes de otra especie.

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Como la hiedra crezca terco el asombro
y, si abatido, más; hasta un abismo
-de qué hablar a los cómplices- de fértiles,
inútiles lianas: que así la ruina, al menos,
se aniquile dejando a la victoria
el campo libre para sus batallas,
pues nosotros -se suman otras voces-
llegados a este punto hemos tomado
la ilustre decisión de naufragar.




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Para leer de Anibal Nuñez, pasad por Isla Kokotero:








Alicia Martinez: Tras las huellas de Nínive perdida

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Un adiós nunca vale un beso
Mejor dejarlo al vuelo
Un adiós es siempre un beso
Sólo uno
En el centro del dolor

--------------------- Alicia Martinez
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Siempre pensé que la poesía es la anónima huella de muchos, la herencia imborrable que una madre puede dejar escrita a una hija en el ciclo siempre inconcluso del ser de palabras, palabras no vendidas.

Descubro recientemente a una poeta anónima.
Un regalo inesperado que comparto.

Víktor Gómez




Estoy cansada de estar
encaramada a mi cabeza
vigía de mi propia vida
espía de mi derrota
envidia de mi victoria



Alegre de poder
desde el abismo
verme ahí arriba
y de saberme capaz
de un regicidio



Tranquila de saber
que ahí abajo
saben del suicidio



Consolada de vivir

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Alicia Martinez


Periodista, reside en Valencia,
treintañera, excelente lectora,
saber escuchar y escribe
artículos de opinión
extrañamente interesantes,
ahora se le puede
leer en Que.es
y en


ANA PEREZ CAÑAMARES: A salvo en la deriva

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A SALVO EN LA DERIVA

Me quito el reloj:
me suelto las esposas.
El día deja de ser
un mar señalizado por balizas.
Como bancos de peces
bajo mi cuerpo
pasan las horas.


Ana Pérez Cañamares