
Desde antes de nacer, ya perdí la inocencia
y los barcos desplegaban sobre mí la rabia con una lengua tímida
los horarios
cayeran luego resbalando sobre el muelle y he abatido
en las caderas de los últimos
un rizo espeso de veranos y canciones levantadas
porque es hoy cuando envejecen las horas en el claustro de la ira
hoy cuando toda tú, toda despojo,
más bello hoy que nunca, desdices esta espera
de terrones cocidos cacerías colmadas
(en lugar de tu cuerpo habrían devastado los esquejes del estanque
y eras fértil como un fruto pegajoso
y a oscuras detuvieron, tú lo viste,
el paso lento en la corrupción del agua
y tu frágil modo de decir "revuelta":
sencillamente,
como la edad, el fruto y la catástrofe).
En el fondo
jamás debiste arrinconar tus trastos viejos
tus mentiras de domingo
el alto estar sobre las tapias,
muchacho lento,
porque nunca te esperaron
nunca pretendieron evitarte la reclusión el régimen de aislamiento
ni polillas en la sangre
ni esta marcha
(alacrán de flores: mediodía)
de muslos y tendones mortalmente nuevos,
esta marcha, estas cinturas
sólo tú y tu soberbia milenaria y maricona
de ojos con azúcar como un viento altivo,
son tú y no quiero
verte el pelo rizándose de espantos, de nieves pasajeras
o látigos de alga cuando nada ocurra
Enrique Falcón
Fragmento del Canto XVIII