jueves, 11 de septiembre de 2008

ALICIA MARTINEZ: POESIA CON TRANSMEMORIA (del amor y el coraje de recordar)

Alicia Martinez es periodista, poeta, esposa, madre, convecina, lectora, anfitriona en El Dorado de poetas y artistas, conversadora de parques infantiles, adalid del teatro vivo, pero con todo y más es una mujer hoy que se situa en la vorágine con humildad, honestidad y hermanamiento. Tres haches que en su vaivén hacen de su vida un imán al que los hierros (como un servidor) nos sentimos arrastrados a escuchar y compartir tiempo y persona. Este poema, a su abuelo, propone una memoria simbólica que hurgue en la raíz de lo que somos, de lo que podremos ser y venimos siendo. Se escribió por una "corazonada", muy propia de Alicia y no es un texto cerrado ni definitivo. En su ahora lo transcribo de su blog, pero como la misma vida, como la memoria misma, es fácil que siga perfeccionandose, buscando su forma, su ser entre los seres vivos (estén ausentes, presentes o por venir) que se ama.

Hoy le comentaba leyendo un poema de Begoña Abad De La Parte que la poesía escrita por mujeres viene siendo interesantísima y vital para entender y situarse en la escritura de nuestro tiempo, porque las mujeres viven y escriben sin renunciar a lo íntimo, a lo afectivo, a lo familiar. Y porque tienen siete veces más dificultad para publicar o ser reconocidas (aún todavía) por lo que sus obras suelen ser más sucintas, esenciales, auténticas (en la no reiteración de lo ya escrito). No es norma ni ley, más bien una impresión que tengo y leyendo este poema de Ali Mar, constato en mí como lector. Y es desde las ilusiones reencontradas desde donde me situo frente a la poesía alimartinezeña...

V. G.



La acequia de chocolate


------------------------ a mi abuelo Bernardo
------------------------ por contármelo todo


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Corrían ajenos a sus pantalones cortos grises
saltando el peligro reclamado de besos y zurcidos
Los veranos eran dulces en la sierra de Carlet
Griterío, cántico de pájaros
Apenas cien centímetros del suelo
El herrero le despidió con mano ruda
De nervios afilados y quemados

Allá iba la chiquillería
Gorjeo de niños alejados
Vuelta la esquina
Ya no quedan de esos
La libertad de los niños ha sido sacrificada

Todos sabían adónde iban: hacía calor
Olía el aire a chocolate nuevo
Era un verano de miel
Y ellos eran libres
La fábrica de chocolate bañaba el campo
De olores y sueños de domingo en la plaza
Salía el agua a borbotones
-Ese aroma, ese ruido, ese recuerdo endulzado-
Teñía de marrón el agua de la acequia
Corriendo llegaban, corriendo se zambullían
Y corriendo salían perseguidos de ira y garrote.
Una vez un niño se ahogó.
Era muy pequeñito.
“Pero volvimos al día siguiente. Siempre volvíamos”