miércoles, 11 de julio de 2007

EDUARDO MILAN: El poeta uruguayo sin fronteras


POR QUÉ AMO TU LOCURA...

¿Por qué amo tu locura,
tu desparpajo, tu falta
de reloj y tus atajos
cuando estoy prácticamente a punto
de caer de cabeza en el abismo?
O sea en ti. Pero no sólo
eso: hay mucho más de ti que quiero
y no revelo. Esa lámpara
que enciendes en el fondo.




Ahí va por el camino como un ciego
caracol sin cara la escritura, otrora una
diáfana mirada al día, otrora un aura que
el caminante amara. Amara, ¿qué es amara? La
sostenida en la sutil brisa marina, la colgada
por los cabellos a la realidad, reata, rea
más buscada. Y la más mirada: en 1750
la miraron a los ojos, una claridad felina
la sostuvo en pie sobre la piedra lisa: estaba
feliz. La levedad en los ojos del levante y la
caída en los ojos del poniente, luz que baja
a hundirse, ¿a hundirse dónde? en la página. Rosa
de todos los vientos, soplo arrogante que te empuja
más allá y más allá, animal arrogante: después
de la aurora no da un paso.






ESTOY HABLANDO
Una meditación poética de Eduardo Milán
(Fragmento)

Cuando todo ha desaparecido en la noche, «todo ha desaparecido» aparece. La noche es aparición del «todo ha desaparecido». Esto con la contundencia de lo escrito a mano, con marca de labor y con la extrema certeza de quien ve lo que dice por un telescopio, con la visión de lo que dice como de algo que va pasando, fluye. Esto tiene una eternidad encerrada entre comillas y punto. Rastros ininteligibles sobre la arena. Huellas de patitas de mosca. Tiene silencio, no de palabra: de aquel dentro del cual todo duerme, todo abarcando como una carpa la entera disposición de los seres. Esto merece más que una primera vista, un vistazo de amor. Merece una ininteligibilidad, dos, tres. Merece que no se entienda y sobre ese no entendimiento de escritura se funde un pueblo feliz de nombre Feliz. El primer párrafo «Cuando...», guirnaldas de fin de año tendidas de unas a otras comillas, es de Maurice Blanchot. Las guirnaldas son mías. Pero eso cae contra el paso a paso de la noche que fluye desapareciendo.
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Dice Ricardo Cano Gaviria: «Hay que ser Mallarmé. Pero de izquierda.» Esa fusión es creíble y necesaria. Con algo de Joyce y bastante de Tristan Tzara. En cuanto a mí, nada. Yo fui feliz. Y muy probablemente lo sea todavía.