lunes, 2 de julio de 2007

EL POETA PIDE A SU AMOR QUE LE ESCRIBA

Al fin, el amor. Lorca y Rapún:

Esta tendencia crecería con el devenir de los años, cuando a partir de 1933 dio comienzo, por fin, a una relación plena y henchida de gratificaciones con el secretario de La Barraca, un muchacho matemático y estudiante de ingeniería llamado Rafael Rodríguez Rapún.

Rapún no sólo fue su pareja estable sino también su amigo inseparable. Compartían cada instante del día y de la noche. En las giras de La Barraca por los pueblos de España se hospedaban en la misma habitación, y cuando Pirandello lo invitó a Italia a un festival de teatro, el poeta preguntó si en lugar de llevar a su esposa –como se estilaba– podía llevar a su secretario. Finalmente el viaje no se produjo, pero la relación entre Lorca y Rapún asumió estatuto público más allá de los confines de La Barraca. En los tres últimos años de la vida del poeta, ambos recorrían juntos el Madrid nocturno, la vida de los cafés, de las charlas, de las conferencias, comidas y recitales de aquella bullente capital de la preguerra.

Para quitar todo sesgo platónico a la relación, basta leer los impresionantes Sonetos del amor oscuro, que siguen de algún modo la tradición de los inquietantes sonetos de Shakespeare. Esta colección –que algunos llaman simplemente Sonetos– no fue publicada en vida del poeta, y su edición se hizo esperar largamente. Se sabe que están inspirados en Rapún, aunque en la composición de estos poemas de amor el poeta haya sido cuidadoso, trabajando la ambigüedad de las palabras para que ningún adjetivo o participio se delatara en masculino, y descartando el esperable y "normalizador" femenino de la lengua española.

A casi diez años de la deshumanizada composición "Oda a Salvador Dalí", que el joven Lorca había compuesto deslumbrado por la estética y la personalidad de su amigo pintor, este Lorca hipersensible de los Sonetos permite a su voz explayarse, en primera persona y sin vergüenza alguna, acerca de su propia pasión:

"Pero yo te sufrí. Rasgué mis venas,
tigre y paloma sobre tu cintura,
en duelo de mordiscos y azucenas.
Llena, pues, de palabras mi locura
o déjame vivir en mi serena
noche del alma para siempre oscura."

Llega la muerte

Cuando Rafael Rodríguez Rapún se enteró de que Federico había sido ejecutado en su propia tierra natal de Granada, se enroló en el Ejército Republicano, alcanzando pronto el grado de teniente. Murió en combate exactamente un año después que García Lorca –el 18 de agosto de 1937– en el hospital de Santander, por las heridas recibidas bajo la ráfaga de una metralla de los aviones enemigos, de la que no intentó guarecerse, como sí hicieron sus compañeros. Sólo tenía veinticinco años.

Extracto del artículo de Andrea Blanqué " García Lorca: el hombre que rompió la máscara".

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"... Recordaré siempre la lectura que me hizo, tiempo antes de partir para Granada, de su última obra lírica, que no habíamos de ver terminada. Me leía sus Sonetos de amor oscuro, prodigio de pasión, de entusiasmo, de felicidad, de tormento; puro y ardiente monumento al amor, en que la primera materia es ya la carne, el corazón, el alma del poeta en trance de destrucción. Sorprendido yo mismo, no pude menos que quedarme mirándole y exclamar: '(...) ¡qué corazón! ¡Cuánto ha tenido que amar, cuánto que sufrir!' Me miró y me sonrió como un niño. Al hablar así no era yo probablemente el que hablaba. Si esa obra no se ha perdido; si, para el honor de la poesía española y deleite de las generaciones hasta la consumación de la lengua, se conservan en alguna parte los originales, cuántos habrá que sepan, que aprendan y conozcan la capacidad extraordinaria, la hondura y la capacidad sin par del corazón de su poeta."

Vicente Aleixandre recordando a Lorca


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Amor de mis entrañas, viva muerte,




en vano espero tu palabra escrita




y pienso, con la flor que se marchita,




que si vivo sin mi quiero perderte.




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El aire es inmortal, la piedra inerte




ni conoce la sombra ni la evita.




Corazón interior no necesita




la miel helada que la luna vierte.






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Pero yo te sufrí. Rasgué mis venas,




tigre y paloma, sobre tu cintura




en duelo de mordiscos y azucenas.




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Llena, pues, de palabras mi locura




o déjame vivir en mi serena




noche del alma para siempre oscura.




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FEDERICO GARCIA LORCA