lunes, 1 de diciembre de 2008

RAFAEL CAMARASA: FEOS o las posibilidades del narrar lo real (I)




MASACRE

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El niño, decidido a atajar el penalti, se coloca en el cen-tro
de la portería que con dos piedras han improvisado
en la calle. Para motivarse, se dice que ese balón es una
mortífera bomba serbia que sólo él, un orgulloso
musulmán de Sarajevo, puede desactivar. De no hacer-lo,
cientos de personas que viven en las casas cercanas
volaran por los aires. Tras unos segundos de guerra fría
en los que él y el muchacho que va a lanzar se miran a
los ojos, se tira a la derecha y ve cómo el balón se cuela
por el otro lado, en medio de una explosión que los
demás no oyen. El goleador corre ahora alborozado
como si huyese de la onda expansiva. El pequeño guar-dameta,
tendido en el suelo boca abajo, tiene miedo
de levantarse y encontrar otra vez las aceras repletas de
cadáveres.

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LA AMENAZA FANTASMA


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En pleno vuelo, cerca de las Siete Lunas de Krim, R2-D2
soldaba fuera de la nave unos desperfectos del fuse-laje.
Luke Skywalker le reprochó por enésima vez desde
el puesto de mandos que era demasiado lento en su tra-bajo.

—¡Debí cambiarte por aquel androide de última
generación que me ofrecieron en el planeta Cicely!
—le espetó a través de la radio.

El robot emitió un agudo sonido de engranajes y
dejó que las palabras del caballero Jedi se perdieran en
el espacio. Fue rápido en procesar que lo importante es
lo que menos importaba a los humanos. Así que fingió
acelerar, cuando en verdad contaba asteroides.


Rafael Camarasa
(Feos, editorial Denes, 2008)

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Rafael Camarasa, es poeta y narrador. Para mí, hacer bien el antioficio, con rigor, de escribir de lo real que acontece, con un lenguaje preciso, con unas historias vivas (invisibilizadas por el canon hegemónico de una culturilla que pretender distraer en el sentido más triste del término de lo importante) me revuelve y enciende el ánimo, no solo lector, sino vital, de acción, entendiendo como tal pensar y actuar.




Feos es una apuesta a todo o nada. En palabras del autor:


Se trata de un libro de relatos que surge de un cita de Paul auster, que tomé de una entrevista antigua, que dice que todos los que escribimos tenemos alguna tara. No le falta razón. Y son de esas taras, imperfecciones, fealdades del ser humano -no sólo de los escritores- de las que habla el libro. Todos somos, de alguna manera, feos. Si no tuviésemos carencias quizá no habría arte. Es por la necesidad de cubrir, rellenar, arreglar, compensar nuestra fealdad y la que nos rodea, por lo que escribimos. Las historias del libro están llenos de feos. Los guapos o no existen, o son imbéciles. En el libro, de lo que hablo, en definitiva, es del ser humano.


Va contra la línea publicitada de "lo importante es sentirse joven, guapo, exitoso". En un despliegue de balazos narrativos el autor agujerea la realidad. Nos deja ver otros modos de palpar la vida gracias a su matizadora lectura de los detalles y escrutadora reflexión sobre las apariencias y lo que subyace, aportando dósis de ficción fílmica bajo la sapiencial relectura que apropia la experiencia cinéfila al diario discernir entre lo alienante y lo digno, entre lo maquínico productivo y lo creativo-liberalizador (léase "La amenaza fantasma"), pongo por ejemplo.


Es muy de agradecer que tanto las historias como la manera de abordarlas sean tan originales, sintéticas, sugerentes, variadas, emotivas, sustanciales. Podemos leer con autonomía cada breve relato y recorrer un universo de lugares, situaciones y propuestas que se apoyan en el humor negro como en la anécdota con sorpresa o en la minuciosa descripción de una escena surrealista y no por ello menos real, menos reconocible (léase "masacre").

Es pues una indagación serena, madura, lenta, no dógmática ni banal de nuestra condición humana, de sus muchos pliegues y repliegues, de sus incoherencias, miedos, fracasos, bondades, obsesiones, ternuras y despropositos. Y que nos reconcilia con esa gran mayoria de personas que ni se parecen a George Clooney ni se contornean como Shakira ni son tan televisivamente encumbrados como la panda de frikis de Gran Hermano.

Un libro, Feos, en el que me siento a gusto, desde el que miro, me miro, admiro lo suficiente y lo terrible de nuestras disimuladas vidas extraordinarias. La fuerza expresiva y contundencia de cada relato invita a la siguiente lectura, que lejos de repetir asunto, aparece como a través de la maquina teletransportadora de Star Trek en otro lugar. Feos refleja nuestros ahoras y nos empareja a otros ahoras por los que transitar es parte de ese "conocete a tí mismo" que ya nos propusieran en el principio de nuestra cultura mediterranea desde el frontispicio del Templo de Delfos y que añadida la cita con la que empieza el libro, de Charles Bukowski gana significación:


—¿Por qué estropeas tu belleza? —pregunté—. ¿Por qué no
aceptas vivir con ella sin más?

—Porque la gente cree que es todo lo que tengo. La belleza
no es nada. La belleza no permanece. No sabes la suerte
que tienes siendo feo, porque si le agradas a alguien sabes
que es por otra cosa.

—Vale —dije—, tengo mucha suerte.

—No quiero decir que seas feo. Sólo que la gente cree que lo
eres. Tienes una cara fascinante.

CHARLES BUKOWSKI

FEOS tiene un recorrido amplio y sanador por mi tiempo personal y colectivo. Para ejemplo, ver AQUI.


Víktor Gómez














EL VIENTO
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Lucía tiene doce años y se niega a aceptar que su calvicie
ha sido una erosión en vano. Le consuela creer que
el viento se ha ido llevando sus cabellos, y que ahora se
enredan con el mástil del castillo de Disneylandia,
habitan en el fondo de ese mar lleno de surfistas que ve
en su serie de televisión favorita o se posan sobre la
ropa de un príncipe que no conoce, destinado a ser el
amor de su vida. «La quimioterapia no ha funcionado»,
le dijo el médico a su madre con la sinceridad que le
había pedido. Ella escuchó detrás de la puerta: «el
desenlace es inminente».
Hace tres semanas que espera. Si la debilidad le
permite levantarse de la cama, abre la ventana y deja
que el viento se deslice por su cabeza desnuda, de
camino a esos lugares que soñó conquistar de otro
modo, cuando su cabellera era negra y abundante y
su cuerpo menos transparente. Países de Nunca
Jamás que esta tarde, aunque el dolor es intenso y ni
tres soles en la habitación la iluminarían lo suficien-te,
se obstina en creer que ha visitado con cada cabe-llo
perdido.

—¡Qué bonita es Disneylandia! —le dice a su
madre, a la que ha contado sus fábulas sobre el viento.

La mujer, sentada junto a la cama, le pone la mano
en la mejilla y comprueba que tiene fiebre. Las medici-nas
ya no le hacen efecto, y la temperatura sube y baja
a su antojo. Con un pañuelo que mantiene tibio en el
escote, le enjuga el sudor de la frente. Luego le sonríe
con todo el cariño que puede, mientras se muerde el
labio por dentro hasta hacerse sangre. Para que no la
vea, se vuelve hacia la ventana y se detiene en el visillo
que agita el aire. Al recordar las historias de su hija,
tiene un pensamiento para el ratón Mickey y el océano
Pacífico; para Lucía vestida de novia en el imposible
día de su boda. Lugares y cosas a los que, definitiva-
mente, sólo llegará con mentiras como la del viento.

—¡Qué bonita es! —vuelve a decir la niña con el
rostro empapado en sudor—, ¡no puedes ni imaginarlo!
Temblorosa, la mujer le acaricia la calva como si le
atusase el cabello y de nuevo se muerde el labio. Un
momento después, la sangre ya se mezcla con su saliva.

—Duerme, cariño —le susurra, tratando de disimular
la angustia.
En la habitación, además del visillo, ondea la cabellera
de Lucía. Y la madre, en su adulta ignorancia, cree
que la pequeña delira.

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Rafael Camarasa
"Feos"

Editorial Denes
Calabria narrativa

Premio Alhóndiga de Narrativa Breve
XVII Premios Otoño Villa de Chiva
Edición 2006