
Bitácora de Víktor Gómez “Valentinos para compartir noticias, actos y novedades culturales, escrituras, encuentros literarios, presentaciones de libros, crítica y reseñas y otras varias curiosidades.
viernes, 9 de marzo de 2007


PREMIOS LEONOR Y GERARDO DIEGO"Soria tiene algo que inspira, energías que se notan en la tierra"Elena Escribano y Víctor Rodríguez Núñez recibieron ayer en el Aula Magna Tirso de Molina los premios de poesía Gerardo Diego y Leonor respectivamente de manos del presidente de la Diputación, Efrén Martínez Izquierdo, en el intermedio del concierto de la Orquesta de Cámara de la Joven Orquesta Sinfónica de Soria. Por la mañana, en homenaje a las "bodas de plata" del Leonor que se cumple este año, los autores hicieron una ofrenda floral ante la tumba de la que fuera esposa de Antonio Machado. .
IRENE LLORENTE YOLDI.
Nada falta a mi sombra.que no sea tu luz intransigente.Nada falta a tu lumbre.que no sea mi oscuridad sagrada.Todo está al otro lado de la noche.La jícara en medio del desorden.que es mi madre en penumbras.El cuerno de venado.muerto para tejer estas mancuernas.Los granos de maíz regados en la nieve.que a esta hora germinan.En cada lágrima seca de luz.fríamente calculado.se reproduce el mundo..El centro de nada.como la noche.giro por cualquier parte.Esa sombra sin eje retorcida.que suena a viejo disco.Yo te he estado esperando.desde la medianoche de Cayama.en que la sombra ardía.Aquí y en todas partes.vida colgada de un clavo mohoso.este susto que soy.Si te atrasas o no llegas al fin.poco importa.te espero antes del alba.
Cuando amas se caen una a una.todas las paredes de tu casa.Durante años has levantado tus defensas, .confías en que sabes dónde estás, .quién eres, cuál es tu papel .en el confuso juego de la vida.Y aparece el amor con sus banderas.y se desmoronan los muros.en que te sustentabas.No te das cuenta, .y mientras navegas entre la dicha.y la locura.el amor desbarata tus cimientos.Así descubres un buen día.-es un ejemplo-.que no tienes nada en el armario que ponerte.para salir con él, .todo te parece anticuado.y desde luego es ropa.que te hace demasiado mayor.Y al momento ya estás mirando escaparates.y no ves nada que te guste.Insistes, algo habrá.que asegure que al verte.él sentirá el deslumbramiento.que te conmueve.cuando se te aproxima por la calle.Entonces te das cuenta horrorizada.que -a tus años- estás buscando .algo bonito que ponerte.en la planta joven de El Corte Inglés.No es posible. Sonríes.y te marchas.Y regresas a casa, abres.otra vez el armario .y compruebas que allí estás tú y decides.que el amor, si merece tus abrazos.deberá aceptarte como eres.

Memorial del Che, Santa Clara (Cuba)

Lic. Víctor Manuel SILVA ECHETOvimasi@hotmail.com rizomaes@yahoo.es Universidad de la República (Uruguay)Universidad de Sevilla
Lic. Rodrigo Francisco BROWNE SARTORIcomuniquiatras@yahoo.esUniversidad de Playa Ancha (Chile)Municipalidad de Juan Fernández (Chile)Universidad de Sevilla
GRUPO COMUNIQUIATRAcomuniquiatra.dk3.com
“El papel del poeta predicando la buena nueva de sus experiencias vitales o de su tristeza post-cogitum me resulta extrañamente patético. ¿Cómo puede alguien enorgullecerse de añadir un poco más de ruido al general zumbido de las moscas? (Talens, 1989: 7).
“...aunque nada de lo que he escrito puede desvincularse de una vivencia completa, nunca he hablado de mí, pero siempre lo hice desde el único lugar del que me es imposible sustraerme, esto es, desde mí. Quiero decir que lo mío, si así hay que llamarlo, sería el punto de vista, nunca la anécdota argumental; el tono, no la melodía” (Talens, 1989: 8).
En la escritura talensiana -como si de un Menard se tratara- cada lector reconstruye, en su propio silencio, los textos; es decir el yo que se acerca al texto es una pluralidad de otros textos, de discursos y sentidos abiertos. Porque “leer no es un gesto parásito, complemento reactivo de una escritura que adornamos con todo los prestigios de la creación y de la anterioridad” (Barthes, 1970, 1980: 7). Es así como cada nueva expresión desencadena un nuevo ocultamiento. Siguiendo a Lisa Block de Behar: un nuevo silencio que, como sucede con la semiosis ilimitada, nunca detiene este proceso. En la dinámica del silencio también se afirma la semiosis ilimitada del texto: “Nadie es dueño de la última palabra, tampoco del último silencio” (1984, 1994: 190).
El autor en su discurso pierde la identidad -“ya sin disfraz, el mío, me pregunta, ¿quién soy?” - y se convierte en un simulacro. Por ejemplo, el poema “Mutismo de dentro y palabra de afuera”, es encabezado con un epígrafe de Nietzsche donde evidencia una máscara interpretable y, por tanto, siempre falsa. Nietzsche, asimismo, al asesinar sin piedad a Dios marca un punto de inflexión porque lo que afirma no es tanto la muerte de Dios, sino el fin del propio hombre (Foucault, 1968, 1986: 373-374). Como señala Klossowski, citado por Deleuze, cuando Nietzsche anuncia que Dios ha muerto está declarando que el propio Nietzsche debe necesariamente perder su identidad… “La garantía absoluta de la identidad del yo responsable desaparece en el horizonte de la conciencia de Nietzsche, la cual, a su vez, se confunde con esa desaparición” (Deleuze, 1969, 1989: 294).
“[...] hasta mi mesa ascienden los geraniosel aroma indescriptible de una nocheque es también sol y nada: una ficción vacíael humo adelgazado de una materia que nos restituyeal origen: el huecoun simulacro sin identidad.”
Así es como, en el caso del poema, el lector se convierte en un co-autor (lectoautor, auctor, e-lector) que lee desde otro lugar, desde un espacio incorpóreo o no-lugar -“no hay lecturas originarias ni en estado puro” (Talens, 2000: 19)- que no se reduce a descubrir lo que ya existe en el texto sino que transforma lo que hay en él, cambiando por completo la dirección del sentido de esa obra.
“Ignoro cuándo, para quién y cómoestas palabras son las que desdoblanel hueco informe en que me instauro, fluyemi voz y avanzo, me dibuja un ríoque le inscribe y me borra. Sólo túsabrás quién habla, dónde está, qué somos.
Según Jacques Derrida, los textos sólo se producen por la transformación de otros textos (1968, 1977), como ocurre con Pierre Menard (que somos todos los posibles lectores del Quijote) que no compone el mismo Quijote que Cervantes, ni un Quijote contemporáneo1, sino intenta escribir El Quijote... Menard, en otra versión de la muerte del autor, según el narrador, enriqueció mediante una técnica nueva el arte detenido y rudimentario de la lectura. “Esa técnica de aplicación infinita nos insta a recorrer la odisea como si fuera posterior a la Eneida y el libro Le jardin du centaure de Madame Henri Bachelier como si fuera de Madame Henri Bachelier” (46-47). En el caso específico de la poesía, Talens, indica que todo lector de poesía está consciente que un poema es diferente a otro y que, además, leídos en lugares y momentos distintos, aparecen siempre también como diferentes.
Esas diferencias, como repeticiones en Deleuze (“hemos definido estrictamente la repetición como diferencia sin concepto” (1969, 1999: 99), son máscaras, travestis, simulacros que nunca se consolidan en representaciones. Es que la repetición difiere por naturaleza de la representación, “lo repetido no puede ser representado”, sino que se enmascara en un juego donde su propio soporte es el simulacro. “Mediante el disfraz y el orden del símbolo, la diferencia está comprendida en la repetición” (1969, 1999: 84). Lo que se repite no es lo mismo sino lo que difiere. Como escribe el poeta en “Falsos prejuicios de lector”: “Oculto creador de un orden: simulacro”.
En la misma línea que la escritura (écriture) deconstructiva, algunos poemas y textos de Talens, como en un laberinto, se componen de varios senderos que insinúan un desorden que puede llegar a tener “un orden subterráneo”. “Frases sueltas irreconocibles” que habilitan una escritura/lectura rizomática que solamente puede analizar el lenguaje, en su perdida de territorio (desterritorializada), como lengua que se encierra en sí misma, “en una función de impotencia” (Deleuze y Guattari, 1976, 1997: 19).
Gilles Deleuze y Félix Guattari (1994, 1996) contraponen los rizomas a los árboles, porque los procesos arborescentes detienen el rizoma y su transformación al imponerles límites. “Estamos cansados del árbol. No debemos seguir creyendo en los árboles, en las raíces o en las raicillas, nos han hecho sufrir demasiado” (1976, 1997: 35). Esta escritura arborescente, como escena teológica -en el sentido de Artaud- considera al lector como un esclavo que sigue fielmente los designios provisionales del amo.
Un concepto no es un universal, ni un trascendental, sino singularidades cada una de las cuales se prolonga hasta las inmediaciones de otra. J.T. en “El espacio del poema” (un texto que presenta una variedad de huellas deconstructivas, al utilizar y valorar la escritura) no anula el plural por la vía del singular, sino que señala que el plural se transforma por el singular. “De hecho el singular se mantiene, en tanto significante viejo, dentro del nuevo significante”.
Esta escritura/lectura rizomática caotiza el cosmos arborescente y en J.T. se lanza rechazando a un platonismo que se había convertido en un paradigma de orden y jerarquía, y que, asimismo, rechazaba y expulsaba a los poetas. Es así que el poema “Anti-platón” nos sitúa frente a “un montón de residuos” que reunidos al azar conforman “el cosmos más hermoso”. En otro momento, el poeta busca en la desesperación el “Final del laberinto”:
“El centro es la unidad, pero también el punto de partida para una infinita multiplicación de círculos concéntricos. (...) Somos el blanco propicio para los dardos de la desesperación. Somos el muro y el espacio donde el muro surgió. La cárcel y su imposibilidad. (...) Romper lo frágil y sus espirales. La libertad de conocer los límites: centro no ya, ni circulo, sino la realidad, ahora inevitable”.
Juan Carlos Fernández Serrato (2002), presenta otro ejemplo al referirse a “El espacio del poema”, donde se visualiza una composición compleja, “multiforme”, compuesta por fragmentos narrativos, líricos, exposiciones teóricas, argumentaciones críticas, “conectadas por sorprendentes pasadizos que nos llevan directamente de la idea conceptual a la fulgurante metáfora y vuelta a empezar” (27). Nos encontramos, como característica sobresaliente en la poesía talensiana, frente a un texto plural.
Estos textos ya fueron analizados por Roland Barthes (1970, 1980) que definía los textos escribibles a partir de la pluralidad de sus entradas, la apertura de las redes, el infinito de los lenguajes. Lo novelesco sin la novela, la poesía sin el poema, el ensayo sin la disertación, la escritura sin el estilo, esos son escribibles, y en Talens encuentran, en “El espacio del poema”, una multiplicidad de sentidos que no se cierran. Mallarmé y el surrealismo, Artaud y Bataille, Nietzsche, Deleuze, Foucault, Derrida, entre muchos, se dispersan a lo largo del discurso talensiano:
“En este texto ideal las redes son múltiples y juegan entre ellas sin que ninguna pueda reinar sobre las demás; este texto no es una estructura de significados, es una galaxia de significantes; no tiene comienzo; es reversible; se accede a él a través de múltiples entradas sin que ninguna de ellas pueda ser declarada con toda seguridad la principal; los códigos que moviliza se perfilan hasta perderse de vista, son indecibles (el sentido no está nunca sometido a un principio de decisión sino al azar); los sistemas de sentido pueden apoderarse de ese texto absolutamente plural, pero su número no se cierra nunca, al tener como medida el infinito del lenguaje” (Barthes, 1970, 1980: 3).
En los márgenes, J.T. reivindica el azar, “un azar que es materia”, y en los márgenes (que simulan ser centro) destaca un ideograma chino, donde vuelve a pluralizar las voces de sus discursos. J.T., en la mayoría de sus poemas, alude a un mapa abierto, conectable entre sí, alterable y desmontable, susceptible de acoger las más diversas modificaciones que, al mismo tiempo, y siguiendo los planteamientos propuestos por Deleuze y Guattari, pueden tener múltiples entradas que se liberan de los modelos arborescentes y que deben abrirse en todos los sentidos: “hacer a su vez rizoma” (Deleuze y Guattari, 1976, 1997: 34).
Los sentidos se individualizan y multiplican, y no se permite la consolidación de un sentido único, común o unidireccional. Asimismo -como en Deleuze o Derrida- comprenden un pensar paradójico que lo vincula al sinsentido. Para Gilles Deleuze la teoría del sentido presenta una serie de paradojas y, esa teoría, no puede separarse de las paradojas porque es una entidad inexistente, “incluso tiene relaciones muy particulares con el sinsentido” (1969, 1989: 23). Jacques Derrida, por su parte, considera que el origen del sentido no tiene sentido, y aclara, que este no es un enunciado nihilista o negativo.
“(...) la palabra ‘sentido’ puede determinarse siempre de distinta manera en contextos muy diferentes, sea que se la oponga a la significación o el objeto, o a lo que es totalmente insensato, privado de sentido (sinnlos, diría Husserl), o, por fin, a lo que, pese a ser imposible o contradictorio (el círculo cuadrado, por ejemplo), no por ello tiene menos sentido en el contrasentido (widersinning) para ser comprendido en cuanto tal y rechazado precisamente como contrasentido. Hay en este concepto demasiados pliegues...” (Derrida, 1996, 1998: 136-137).
La tarea es producir sentidos abiertos, libres, sin ataduras, ni marcas estables, porque el sentido no es depósito, institución, comienzo, ni final. Además de la poesía de Talens (que por ejemplo en “El espacio del poema” cita un ideograma chino) podemos referirnos a Antonin Artaud para apoyar la hipótesis sobre la producción de sentido que estamos proponiendo. Es que cuando mencionamos la posibilidad de producir nuevas máquinas de sentido, no podemos obviar su propuesta sobre un nuevo lenguaje que integraría no solamente escritura fonética y trascripción del habla, sino escritura jeroglífica, en las que los elementos fonéticos se coordinan con elementos visuales, pictóricos y plásticos. Ese es un lenguaje de la frontera que no se cierra a ninguna posibilidad de producir sentido.
Para Talens, un buen ejemplo que refuerza esta propuesta sobre el sentido es el de la música (no es casual que gran parte de su ensayística gire en torno a este tema), ya que la misma no significa ni produce signos, sino sentidos. Sin embargo, una frase verbal siempre significa algo porque usa palabras que ya de por sí portan significados.
“El aislamiento de una música en medio de la tormenta no tiene más sentido que estas palabras irreconocibles que un náufrago pronuncia como suyas, aún ignorando a quién o quiénes pertenecen. Estériles esbozos para una teoría de la resurrección.”
Gilles Deleuze considera que la música no se detiene. No cesa de hacer pasar sus líneas de fuga como otras tantas “multiplicidades de transformación” que trastocan y erradican sus propios códigos arborescentes, “por eso la forma musical, hasta en sus rupturas y proliferaciones es comparable a la mala hierba, un rizoma” (Deleuze y Guattari, 1976, 1997: 27).
A la obra de J.T. podrían aplicarse algunos de los conceptos, que él incluye en los estudios sobre otros poetas de su generación, como, por ejemplo, Leopoldo María Panero y Antonio Martínez Sarrión. Al prologar la colección de poesía completa de este último, en 1981, Talens escribió que intentar explicar (“de clausurar”) el sentido de una obra estética que -“si se define, es sobre la base de su carácter de su propuesta de sentido- es un ademán inútil” (1981, 2000: 260). Mientras que el crítico territorializa el no-lugar del arte, el artista lo desterritorializa, lo desordena, trabaja “desde el desconcierto”. Al artista la obra se le escapa y huye, es un juego abierto de sentidos.
“Es como el rey de la polilla.Sentado en esta bibliotecaoye un murmullo de raíces,un olvido que aún duele,hecho de sobresaltos, de estupor, de vigilias. (...)Recoge datos. Una historia. Son Recapitulaciones. Quiere comprender.En esta claridad despedazadaun cuerpo anónimo interroga, buscaalgo que sea lo contrario de la nada de mí”

Los hermanos Taléns, Manuel y Jenaro, desde la narrativa, desde la poesía, el ensayo, la traduccción, el cine...
Dos maneras de bien hacer por y desde la literatura y artes filológicas.

Encuentro en Valencia con los poetas Antonio Méndez y Enrique Falcón.
Impresión personal de Luis Oroz (tercero por la izquierda, con camisa blanca).
Antonio Méndez es un poeta nato, un poeta que respira poesía, que recita probablemente igual que piensa, es decir, implicándose de un modo sobrecogedor.
Su manera de escribir se asemeja a un río desbordado, tiene su fuerza incontenible y ese poder que es capaz de arrastrar toda conciencia a su paso.
Es un hombre sencillo que cree en la poesía del instinto, en esa dicción que solo nace en la sensibilidad hecha silencio.
Sus poemas cabalgan en una comprensión imprecisa, eso precisamente es lo que él busca con sus versos; él dice: si alguien comenta que ha comprendido plenamente mi poema, yo le respondo, lo siento.
Como si alguna especie de fracaso asolara el poema en cuestión.
Un tipo peculiar y digno de ser conocido en profundidad, Antonio Méndez se hace más poeta en cada golpe de voz, en cada razonamiento de su obra.
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Enrique Falcón vive la poesía con pasión, es un luchador, un guerrillero que combate sin escudo y sus versos como arma arrojadiza.
Su poesía es capaz de despertar a un muerto, irrumpe en las pupilas como fuego en carne, tanto que puede llegar a quemar con su palabra.
Escribe con un ritmo fluido, preciso y puede notarse entre sus versos la ansiedad, la explosión de una conciencia selectiva. Comprometido a cien por cien, sabe extraer todos nutrientes a la vida y alimenta sus poemas con la emoción del instante histórico, muchas veces al rescate de la sordera del mundo.
Enrique es un hombre cercano, un grito hecho poesía y un silencio de todos.
Un POETA con mayúsculas que vive como escribe.

Gorriones en bandada me sorprenden
avanzando despiertos por el cielo
Raso. Rozando, mínimas, las alas
con el frío persistente de la tarde.
No su perseverancia; no la luz
que invisible termina en torno a ellos;
no su capricho, no el dolor pequeño
que sostiene, quizás, su vuelo bajo
haciéndolo imposible a las palabras.
No el temblor encendido de sus cuerpos
abriéndose al futuro, desterrados.
Miro el aire en silencio que los une.
las más embelesadas
me hacen daño.

Todo lo que uno puede hacer ante la poética del desamparo, de la conciencia humana de esperanza y fraternidad ("En España hay más presos que lectores de poesía" según palabras de Enrique Falcón), de urgencia, de errancia, exilio, insurrección, es dar pasos hacia el otro, sabiendo que es el otro quien nos salva de no ser humanos, de no llegar a ser nosotros. El nos-otros que reclama un presente de pavura y desconcierto.


, linea de cadera, linea de fuga. ¡NO suscitéis un General en vosotros! Haced mapas y no fotos ni dibujos! ¡Sed la Pantera Rosa y que vuestros amores sean como los de la avispa y la orquídea, el gato y el babuíno!
RIZOMA (Introducción) de Guilles Deleuze y Félix Guattari
Extracto de "Artes Poéticas: últimas tendencias. Enrique Falcon
4 tésis de Mayo, 2004
La verdad es que, en literatura, no me desagrada nada esa idea de que se nos despiste la mente de la supuesta “materia poética”, porque creo en la necesidad de que seamos permanentemente descentrados y sacados de nuestra inviolable vida privada, no más por poder devolverle a lo personal, a lo íntimo, aquello colectivo y común que nos ha sido arrebatado. Mi maestro Roque Dalton denunciaba la presuposición de que la poesía fuera un “vaso santo” que no debiera mancharse con el imperialismo, la tortura o la miseria cotidiana de los sin voz y los sin rostro. Yo creo que vale la pena (y mucho) que la poesía se nos contamine irremediablemente con ese olor a pies (de realidades supuestamente ajenas tanto a la materia de un poema como a nuestro macdonalizado cuartito íntimo), que la poesía se nos contamine con ese vuelco de mostaza, con el crimen nuestro de todos los días.Mientras que nuestra suerte en común sea entendida como un asunto también personal, no cabrá un lugar para la esperanza. Y lo que uno escribe a la intemperie del mundo debería dar ¿por qué no? tamnién cuenta de ello.
La verdad es que, en literatura, no me desagrada nada esa idea de que se nos despiste la mente de la supuesta “materia poética”, porque creo en la necesidad de que seamos permanentemente descentrados y sacados de nuestra inviolable vida privada, no más por poder devolverle a lo personal, a lo íntimo, aquello colectivo y común que nos ha sido arrebatado. Mi maestro Roque Dalton denunciaba la presuposición de que la poesía fuera un “vaso santo” que no debiera mancharse con el imperialismo, la tortura o la miseria cotidiana de los sin voz y los sin rostro. Yo creo que vale la pena (y mucho) que la poesía se nos contamine irremediablemente con ese olor a pies (de realidades supuestamente ajenas tanto a la materia de un poema como a nuestro macdonalizado cuartito íntimo), que la poesía se nos contamine con ese vuelco de mostaza, con el crimen nuestro de todos los días.
