lunes, 22 de septiembre de 2008

JULIA OTXOA (II): La lentitud de la luz


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Ante el caótico ruido del mundo,
siento la necesidad de centrarme en lo leve,
lo sutil, lo aparentemente insignificante,
aquello que no brilla
y no es voceado por los vendedores al uso.
La poesía de lo invisible.

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Nunca oraba en el interior de los templos,
siempre lo hacía fuera, en el paisaje junto a los árboles.
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Julia Otxoa
(San Sebastian, 1953)
La lentitud de la luz
Cálamo Poesía.


Ed. Cálamo, 2008




JOSE ANGEL VALENTE:


CRONICA, 1968


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Las palabras se pudren.
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El que da una palabra da un don.
El que da un don deja vacío el aire.
El que vacía el aire coloniza la tierra.
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Pero bajo la tierra las palabras se pudren.
Las palabras se llenan de un hipo triste de animal ahíto,
de un hipo de hipopotamo tardío,
y por mucho que brille su arco iris no traen la paz,
sino el sebáceo son del salivar chasquido
y el hilo deglutido de la muerte.
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Las palabras se pudren, son devueltas,
como pétreo excremento,
sobre la noche de los humillados.
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José Angel Valente
de su libro "El inocente"

OLGA OROZCO: Un cauto desconfiar, una voz contra la ausencia y el mal destino

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Las muertes

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He aquí unos muertos cuyos huesos no blanqueará la lluvia, lápidas donde nunca ha resonado el golpe tormentoso de la piel del lagarto, inscripciones que nadie recorrerá encendiendo la luz de alguna lágrima; arena sin pisadas en todas las memorias.

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Son los muertos sin flores. No nos legaron cartas, ni alianzas, ni retratos.

Ningún trofeo heroico atestigua la gloria o el oprobio.

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Sus vidas se cumplieron sin honor en la tierra, mas su destino fue fulmíneo como un tajo; porque no conocieron ni el sueño ni la paz en los infames lechos vendidos por la dicha, porque sólo acataron una ley más ardiente que la ávida gota de salmuera.

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Esa y no cualquier otra.

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Esa y ninguna otra.

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Por eso es que sus muertes son los exasperados rostros de nueva vida.



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de “Las muertes” (1952), OLGA OROZCO





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Olga Orozco -nacida en Toay, La Pampa- murió en Buenos Aires el 15 de agosto a los 79 años. Atrás dejó una obra poética sumamente importante, donde abordó temáticas como la muerte, el tiempo, el destino, la ausencia, la palabra y el amor. Fue parte de la generación argentina del cuarenta, conocida también como neorromántica, en la que también figura Enrique Molina. Entre la cautela y la elocuencia, sus versos destierran todo hastío. Sus poemas atrajeron a poetas de las nuevas generaciones.