sábado, 17 de mayo de 2008

PEDRO MONTEALEGRE: De un transversal que en su (i)legible carnalidad nos atraviesa

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Un poeta chileno que tiene gran contención verbal, una humildad contagiosa y sanadora, esa franqueza que apunta a no decir lo que no se sabe y a escuchar con crítica pero abierta mirada del nómada. Su no callar es la búsqueda del otro en la niebla.
Un nuestro no callar.

Un poeta que estalla al recitar, que es invadido de coraje e intensidad hasta relampaguear en la espera y crear un mundo poético desnudo de artificiosas construcciones y vanas glorias. Tiembla en su hilo de luz ese estruendoso chorro de voz que arrastra la memoria, el conflicto con los desordenes cotidianos y la insurrección del habla para posibilitar al otro que sea, que escuche y sea, que salte y sea, que se yerga y sea.

Pedro Montealegre nos muerde en la ingle y se ofrece en la textura de los líquenes. No hay en su poesía sino un transversal caudal de palabras que son prolongación de su carne, su nervio y su médula.

Invisible es el ser errático o desnucado que reclama una huella que le nombre. Aunque se empeñen y empreñen contra los imposibles y las utopías, siempre hay un poeta que desde su no saber cómo, deja su vida entintada por la palabra interrogandose, invadiendo esos laberintos de la intemperie, esa excesiva claridad del desierto, esa inhabitable ciudad del derrumbe y los escombrados cuerpos sub-way.




Víktor Gómez





El extranjero es quizas ese hombre sin identidad establecida al que reclamamos con insistencia un nombre.

Edmond Jabès


¿no es al final la desesperación la forma más humilde de la necesidad?
Antonio Méndez Rubio

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(.../...)


ÉRAMOS TAN FRÁGILES: no cabíamos en la mención de la palabra cuerpo -sobre nosotros - aire
reconociéndose innato al pulmón que lo respira. Hijo mío, hijo mío: si respiras al fondo
tu miseria, contigo, quedará perpetuada. Si aspiras muy lejos, dióxido de carbono
en forma de ángel preguntará: ¿quién soy yo?: y sin miedo responderás: esta misma figura
llamada Vacío. Sin nombre tatuada, reconocida milagro, muerte de cada día, flujo, fasto
abandonado en la acera. Flor sombría de la hora: heme aquí y estoy vivo. Cancerbero, ven
con tu moneda de oro. Ven y dime: oro mío, oro mío: multiplícate: sean peces y alondras,
sean nácares o espinas, los que me hagan llorar. No sea tu imagen, quemada en la vía.
No sea tu poema derrotado como yo. Tan frágiles y célibes, oculto miedo que me talas.
Soy yo, soy yo, gritas a los viandantes: es la hora de la purgación. Pequeño hijo de perra,
pequeño hijo de gacela dominada por el terror, pequeño hijo de hiena y de cerda y de loba;
éste es tu hijo, padre mío, ¿qué has hecho? Éste es tu hermano enterrado en la playa.
Éste es tu texto, chamuscado en mi omoplato. No fue texto, fue huir, dijo el niño y huyó.
No fue texto, fue cábala, dijo el niño pronunciando las letras imposibles, ¿qué palabra, el cielo?
Éramos tan frágiles que pudimos desaparecer. Nunca nadie lo supo: invisibles: mutables:
telas de araña en medio de la habitación: vueltos polvo sobre el barniz: vueltos salitre
sobre el círculo del gusano. Gusano mío que me nombras, dime qué hay detrás.





Pedro Montealegre
(Santiago de Chile, 1975)


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Transversal fue publicado por Ediciones El billar de Lucrecia y presentado en Valencia por su editora, Rocío Cerón, en el 2007 en el centro Ellacuría.