domingo, 29 de abril de 2007

VALLEJO, en prosa


Voy a hablar de la esperanza

Yo no sufro este dolor como César Vallejo. Yo no me duelo ahora como artista, como hombre ni como simple ser vivo siquiera. Yo no sufro este dolor como católico, como mahometano ni como ateo. Hoy sufro solamente. Si no me llamase César Vallejo, también sufriría este mismo dolor. Si no fuese artista, también lo sufriría. Si no fuese hombre ni ser vivo siquiera, también lo sufriría. Si no fuese católico, ateo ni mahometano, también lo sufriría. Hoy sufro desde más abajo. Hoy sufro solamente.

Me duelo ahora sin explicaciones. Mi dolor es tan hondo, que no tuvo ya causa ni carece de causa. ¿Qué sería su causa? ¿Dónde está aquello tan importante, que dejase de ser su causa? Nada es su causa; nada ha podido dejar de ser su causa. ¿A qué ha nacido este dolor, por sí mismo? Mi dolor es del viento del norte y del viento del sur, como esos huevos neutros que algunas aves raras ponen del viento. Si hubiera muerto mi novia, mi dolor sería igual. Si la vida fuese, en fin, de otro modo, mi dolor sería igual. Hoy sufro desde más arriba. Hoy sufro solamente.

Miro el dolor del hambriento y veo que su hambre anda tan lejos de mi sufrimiento, que de quedarme ayuno hasta morir, saldría siempre de mi tumba una brizna de yerba al menos. Lo mismo el enamorado. ¡Qué sangre la suya más engendrada, para la mía sin fuente ni consumo!
Yo creía hasta ahora que todas las cosas del universo eran, inevitablemente, padres o hijos. Pero he aquí que mi dolor de hoy no es padre ni es hijo. Le falta espalda para anochecer, tanto como le sobra pecho para amanecer y si lo pusiesen en la estancia oscura, no daría luz y si lo pusiesen en una estancia luminosa, no echaría sombra. Hoy sufro suceda lo que suceda. Hoy sufro solamente.

ANTONIO PORCHIA


"A veces de noche, enciendo la luz para no ver mi propia oscuridad."


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“Cuando me encuentro con alguna idea que no es de este mundo, siento

como si se ensanchara este mundo”


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“La piedra que tomo con mi mano bebe de mi sangre y palpita”


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“Toda cosa existe por el vacío que la rodea”


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“Quien se queda mucho consigo mismo, se envilece”

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“En plena luz no somos ni una sombra”


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“Yo también tuve un verano, y ardí en su nombre”


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“El amor, cuando cabe en una sola flor, es infinito”


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La materia, solamente materia, no es palpable”


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“Cuando haya dejado de existir no habré existido nunca”

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“Todo es nada. Pero después. Después de haber sufrido todo”

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“Mi alma tiene todas las edades, menos una: la de mi cuerpo”

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“Cuanto vuelve, no vuelve todo, ni aún volviendo todo”

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“Cuando me llaman mío, no soy nadie”

THOMAS MERTON: LOS HOMBRES NO SON ISLAS


El hombre está dividido contra sí y contra Dios por su egoísmo que lo divide de sus hermanos. Esta división no puede ser sanada por un amor que se coloca solitario en uno de los dos lados de la hendidura; el amor debe alcanzar ambos lados para poder juntarlos. No podemos amarnos a nosotros mismos si no amamos a los otros; y no podemos amar a otros si no nos amamos a nosotros mismos. Mas un amor egoísta de nosotros mismos nos vuelve incapaces de amar a otros. La dificultad de este mandamiento (Amarás a tu prójimo como a ti mismo) radica en la paradoja de que tendríamos que amarnos inegoístamente porque aun el amor a nosotros mismos es algo que debemos a otros.
Esta verdad nunca es clara mientras presumimos que cada uno de nosotros, individualmente considerado, es el centro del universo. No existimos sólo para nosotros, y únicamente cuando estamos plenamente convencidos de esta verdad comenzamos a amarnos adecuadamente y así también amamos a otros. ¿Qué quiere decir amarnos adecuadamente? Lo primero, desear vivir, aceptar la vida como un inmenso don y un gran bien, no por lo que ella nos da, sino porque nos capacita para dar a otros.




Es, pues, de importancia suprema que consintamos en vivir para otros y no para nosotros mismos. Cuando hagamos esto, podremos enfrentarnos a nuestras limitaciones y aceptarlas. Mientras nos adoremos en secreto, nuestras deficiencias seguirán torturándonos con una profanación ostensible. Pero si vivimos para otros, poco a poco descubriremos que nadie cree que somos «dioses». Comprenderemos que somos humanos, iguales a cualquiera, que tenemos las mismas debilidades y deficiencias, y que estas limitaciones nuestras desempeñan el papel más importante en nuestras vidas, pues por ellas tenemos necesidad de otros y los otros nos necesitan. No todos somos débiles en los mismos puntos; y por eso nos
complementamos y nos suplementamos mutuamente, cada uno rellenando el vacío del otro.
Sólo cuando nos vemos en nuestro contenido humano verdadero, como miembros de una raza que está planeada para ser un organismo y un cuerpo, empezamos a comprender la importancia positiva, tanto de los éxitos como de los fracasos y de los accidentes de nuestra vida. Mis éxitos no son míos: El camino para ellos fue preparado por otros. El fruto de mis trabajos no es mío: Porque yo estoy preparando el camino para las realizaciones de otros. Ni mis fracasos son míos: Pueden dimanar del fracaso de otros, mas también están compensados por las realizaciones de otros. Por consiguiente, el significado de mi vida no debe buscarse solamente en la suma total de mis realizaciones. Unicamente puede verse en la integración total de mis éxitos y mis fracasos, junto con los éxitos y fracasos de mi generación, mi sociedad y mi época. Pueden verse, sobre todo, en mi integración dentro del misterio de Cristo. Eso fue lo que el poeta John Donne comprendió durante una grave enfermedad, al oír que las campanas doblaban por otro. La Iglesia es Católica, universal -dijo-; luego todos sus actos, todo lo que ella hace, pertenece a todos... ¿Quien no inclina el oído a la campana que en alguna ocasión tañe? Y, ¿quién puede suprimir de ese tañido la verdad de que un pedazo de uno mismo está saliendo de este mundo?


Todo hombre es un pedazo de mí mismo, porque yo soy parte y miembro de la humanidad. Todo cristiano es parte de mi cuerpo, porque somos miembros de Cristo. Lo que hago, para ellos y con ellos y por ellos lo hago también. Lo que hacen, en mí y por mí y para mí lo hacen. Con todo, cada uno de nosotros permanece responsable de su participación en la vida de todo el cuerpo. La soledad, la humildad, la negación a uno mismo, la acción y la contemplación, los sacramentos, la vida monástica, la familia, la guerra y la paz: Nada de esto tiene sentido sino en relación con la realidad central que es el amor de Dios viviendo y actuando en aquellos a quienes ha incorporado en Su Cristo. Nada, absolutamente nada tiene sentido, si no admitimos, con John Donne, que los hombres no son islas, independientes entre si; todo hombre es un pedazo del continente, una parte del todo.

Thomas Merton, monje trapense




Epílogo:
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LLEGÓ CON TRES HERIDAS
Llegó con tres heridas:
la del amor, la de la muerte, la de la vida.
Con tres heridas viene:
la de la vida, la del amor, la de la muerte.
Con tres heridas yo:
la de la vida, la de la muerte, la del amor.
Miguel Hernandez

MANUEL SACRISTAN: PENSAR EN TIEMPOS ACIAGOS



11. Llevaba razón Bofill. El idealismo es la esperanza en que se
cumpla la promesa de la serpiente.

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12. ¿Por qué ningún gran pensador se acuerda de la ocupación de
barrer o eliminar lo barrido?

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13. Es una afirmación oscura en el sentido de que tiene el estilo
dogmático-arbitrario del filósofo, que no sólo te está diciendo las
cosas son así, sino que, más o menos, con mayor o menor
educación, el filósofo está diciendo casi siempre, por lo menos el
filósofo tradicional, quiero que creas que las cosas son así.



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14. Lo filosófico es un nivel, no una teoría.


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15. Esto es la maldición del filósofo tal como los filósofos nos
hacemos en la cultura burguesa. Como he tenido ocasión de decir
alguna vez, con grave indignación de mis colegas, los filósofos
somos especialistas en nada, literalmente. Por la obligación de
hablar, más o menos, de todo, el gravísimo riesgo es no hablar
concretamente de nada.


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16. La insistencia de Russell en que el mismo enunciado cubre
contenidos mentales en las personas, resulta fecunda como toda
cabezonería: filósofo es ser cabezota. En este caso la fecundidad
consiste en sugerir el modo y los límites de la determinación social
de la consciencia -por el lado del lenguaje, pues hay otro lado: la
conducta.

DICHOS DE LUZ Y AMOR. JUAN DE LA CRUZ




4. Más vale estar cargado junto al fuerte que aliviado junto al flaco: cuando estás cargado, estás junto a Dios, que es tu fortaleza, el cual está con los atribulados; cuando estás aliviado, estás junto a tí, que eres tu misma flaqueza; porque la virtud y fuerza del alma en los trabajos de paciencia crece y se confirma.

5. El que solo se quiere estar, sin arrimo de maestro y guía, será como el árbol que está solo y sin dueño en el campo, que, por más fruta que tenga, los viadores se la cogerán y no llegará a sazón.

6. El árbol cultivado y guardado con el beneficio de su dueño, da la fruta en el tiempo que de él se espera.


7. El alma sola, sin maestro, que tiene virtud, es como el carbón encendido que está solo: antes se irá enfriando que encendiendo.
8. El que a solas cae, a solas se está caído y tiene en poco su alma, pues de sí solo la fía.
9. Pues no temes el caer a solas, ¿cómo presumes de levantarte a solas? Mira que más pueden dos juntos que uno solo.
10. El que cargado cae, dificultosamente se levantará cargado.



22. Dos veces trabaja el pájaro que se asentó en la liga, es a saber: en desasirse y limpiarse de ella. Y de dos maneras pena el que cumple su apetito: en desasirse y, después de desasido, en purgarse de lo que de él se le pegó.
44. Entra en cuenta con tu razón para hacer lo que ella te dice en el camino de Dios, y valdráte más para con tu Dios que todas las obras que sin esta advertencia haces y que todos los sabores espirituales que pretendes. 45. Bienaventurado el que, dejado aparte su gusto e inclinación, mira las cosas en razón y justicia para hacerlas.
72. Aunque obres muchas cosas, si no aprendes a negar tu voluntad y sujetarte, perdiendo cuidado de ti y de tus cosas, no aprovecharás en la perfección.


introduccion a MANUEL SACRISTAN por J. Riechmann


Docta ignorancia es saber que no se sabe, conocimiento de los
límites del propio saber: intentamos situarnos en esa estela, detrás
de Sócrates, de Nicolás de Cusa... y del maestro Manuel
Sacristán. “El requisito imprescindible para una investigación sin
prejuicios es el reconocimiento de la ignorancia propia”
(M.A.R.X. II, 20).

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“El principio de docta ignorancia”, observó Manuel Sacristán, “se
satisface particularmente bien con formulaciones negativas: no
construcción de la libertad, sino abolición de la esclavitud”
(M.A.R.X. II, 36). “Los tipos que fabrican utopías en las que todos
tendremos la misma estatura nos están intentando robar la
posibilidad de conseguir que no nos maten de hambre, ni nos
metan en la cárcel, etc.” (M.A.R.X. I, 12).









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En Occidente vivimos una situación que podríamos calificar de “inmoralidad estructural”,que corrompe sin tregua nuestra vida moral, artística, intelectual. Tres dimensiones de esa situación:



1. El abismo de desigualdad Norte/ Sur: seres humanos de
primera y de tercera categoría. Un apartheid planetario, en
beneficio de los menos.


2. Vivimos como si fuésemos la última generación que habita un
planeta de usar y tirar: après nous le déluge.


3. Un discurso de derechos humanos y valores universales,
sistemáticamente contradicho por nuestra práctica.




¿Qué conciencia aguanta este vaivén continuo entre el chorro de
agua casi hirviendo y la ducha fría? La analogía sería una
sociedad esclavista que hubiera perdido por completo la fe en sus
propios valores esclavistas, y defendiese –verbalmente— valores
abolicionistas, al mismo tiempo que siguiese haciendo girar toda
su vida económico-social sobre el esclavismo.


Así, el cinismo se convierte en la endémica enfermedad profesional de nuestros intelectuales y artistas...
En semejante situación, conjugar valores éticos (de liberación
humana, de justicia ecológica) y valores estéticos (de belleza, de
indagación existencial) se convierte casi en un acto de heroísmo;
y esto es desastroso. Desastroso el país que necesita de héroes,
nos avisaba Bert Brecht hace ya tantos años, y Manuel Sacristán
nos lo recordó en varias ocasiones.





En un mundo así, donde a todos los niveles de lo público y
también en la vida privada se generalizan la hipocresía y el
cinismo, la recomendación de atender siempre a las prácticas
que acompañan a los discursos es doblemente importante.
Tampoco en esto nos defraudaría Manuel Sacristán