domingo, 29 de abril de 2007

introduccion a MANUEL SACRISTAN por J. Riechmann


Docta ignorancia es saber que no se sabe, conocimiento de los
límites del propio saber: intentamos situarnos en esa estela, detrás
de Sócrates, de Nicolás de Cusa... y del maestro Manuel
Sacristán. “El requisito imprescindible para una investigación sin
prejuicios es el reconocimiento de la ignorancia propia”
(M.A.R.X. II, 20).

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“El principio de docta ignorancia”, observó Manuel Sacristán, “se
satisface particularmente bien con formulaciones negativas: no
construcción de la libertad, sino abolición de la esclavitud”
(M.A.R.X. II, 36). “Los tipos que fabrican utopías en las que todos
tendremos la misma estatura nos están intentando robar la
posibilidad de conseguir que no nos maten de hambre, ni nos
metan en la cárcel, etc.” (M.A.R.X. I, 12).









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En Occidente vivimos una situación que podríamos calificar de “inmoralidad estructural”,que corrompe sin tregua nuestra vida moral, artística, intelectual. Tres dimensiones de esa situación:



1. El abismo de desigualdad Norte/ Sur: seres humanos de
primera y de tercera categoría. Un apartheid planetario, en
beneficio de los menos.


2. Vivimos como si fuésemos la última generación que habita un
planeta de usar y tirar: après nous le déluge.


3. Un discurso de derechos humanos y valores universales,
sistemáticamente contradicho por nuestra práctica.




¿Qué conciencia aguanta este vaivén continuo entre el chorro de
agua casi hirviendo y la ducha fría? La analogía sería una
sociedad esclavista que hubiera perdido por completo la fe en sus
propios valores esclavistas, y defendiese –verbalmente— valores
abolicionistas, al mismo tiempo que siguiese haciendo girar toda
su vida económico-social sobre el esclavismo.


Así, el cinismo se convierte en la endémica enfermedad profesional de nuestros intelectuales y artistas...
En semejante situación, conjugar valores éticos (de liberación
humana, de justicia ecológica) y valores estéticos (de belleza, de
indagación existencial) se convierte casi en un acto de heroísmo;
y esto es desastroso. Desastroso el país que necesita de héroes,
nos avisaba Bert Brecht hace ya tantos años, y Manuel Sacristán
nos lo recordó en varias ocasiones.





En un mundo así, donde a todos los niveles de lo público y
también en la vida privada se generalizan la hipocresía y el
cinismo, la recomendación de atender siempre a las prácticas
que acompañan a los discursos es doblemente importante.
Tampoco en esto nos defraudaría Manuel Sacristán

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