Para tu siervo el sino le escogiera,Y absorto y entregado, el niño¿Qué podía hacer sino seguirte?El mozo luego, enamorado, conocíaTu poder sobre él, y lo ha servidoComo a nada en la vida, contra todo.
Pero el hombre algún día, al preguntarse:La servidumbre larga qué le ha deparado,Su libertad envidió a uno, a otro su fortuna.
Y quiso ser él mismo, no servirteMás, y vivir para sí, entre los hombres.Tú le dejaste, como a un niño, a su capricho.
Pero después, pobre sin ti de todo,A tu voz que llamaba, o al sueño de ella,Vivo en su servidumbre respondió: “Señora”Luis Cernuda
De Con las horas contadas, 1950-1956.
Fuente: Artes poéticas.
-¿Cuál debe ser, Cernuda, la posición del hombre de letras en la actualidad?
-Sería mucha presunción en mí decidir acerca de eso. Todo lo que puedo decirle es que el escritor debe ser fiel a sus convicciones e ideas: estéticas, morales, políticas, y no tratar de venderlas por el plato consabido de lentejas. Verdad que ese riesgo es pequeño, ya que quienes disponen de dichos platos, para venderlos a cambio de convicciones ajenas, prefieren tratar con quienes no tienen ningunas.
-Sin embargo, sí se da el caso de quienes ocultan sus convicciones, con tal de no perder posiciones y que su "modus vivendi'" no sufra ninguna resquebrajadura... He conocido escritores que fueron revolucionarios en su juventud, los cuales, al llegar a la madurez (?) abominan de sus antiguas ideas y las consideran como lejanos pecados juveniles... ¿No prefiere que rumbemos hacia temas menos áridos? ¿Cuál es su concepto actual sobre la poesía?
-Mi concepto actual de la poesía se lo pueden indicar mejor mis versos actuales. Estimo preferible esta respuesta práctica que una teoría. Porque las definiciones de la poesía, por acertadas que parezcan, siempre son dadas desde el punto de vista particular en que se coloca el poeta, y un poeta nunca es toda la poesía. Lo que sí quiero decirle (porque eso acaso no se deduzca tan prontamente de mis versos actuales como de otros más antiguos) es que siento y percibo la poesía como una fuerza hostil que actúa sobre mí y sobrellevo, unas veces con gusto, otras con disgusto, no sólo al tratar de expresarla en mis escritos sino en casi todos los actos de mi vida. Su presencia la reconozco contra mí desde mis años primeros y ha dispuesto siempre, a pesar mío, de mi vida.
(Extractado de una entrevista (1955) al autor,
AQUI)

Como los erizos, ya sabéis, los hombres un día sintieron su frío. Y quisieron compartirlo. Entonces inventaron el amor. El resultado fue, ya sabéis, como en los erizos.
¿Qué queda de las alegrías y penas del amor cuando éste desaparece? Nada, o peor que nada; queda el recuerdo de un olvido. Y menos mal cuando no lo punza la sombra de aquellas espinas; de aquellas espinas, ya sabéis.
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Prólogo a Donde habite el olvido