lunes, 9 de julio de 2007

JUAN CARLOS MAESTRE: monólogo en la frontera de la Verdad y lo Bello


LA TUMBA DE KEATS (Madrid, Hiperión 1999)PREMIO JAÉN DE POESÍA 1999


Escrito durante la estancia del poeta en Italia, entre octubre de 1997 y 1998, como becario de la Academia de España en Roma


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En la vida de un hombre siempre hay una mañana para la calamidad, una mañana regida por las multiplicaciones del símbolo y la idolatría órfica de la perduración. En la vida de un hombre hay almacenes llenos de objetos y maderas con insectos, hay tensos mundos artificiales y canales por los que discurre la sangre hasta los vasos, hay fósforo y sonido del delirio del fósforo, la respiración de un tigre y la mano del desobediente cortada, hay calor entre un semejante y otro y hay destrucción porque existe en ellos la proximidad y el imán que la ahuyenta. En la vida de un hombre hay zapatos usados por un padre, hay profusas noches que luego nos darán temor, hay cuerpos de adivina,cuerpos por primera vez, espantosos labios con rencor, la voz que nos conoce y se queda ahí mirándonos como una res moribunda en el estanque helado. En la vida de un hombre lo que tiene importancia y lo que no tiene importancia, lo que se resiste a desaparecer, la aparición de una ciudad, el cansancio de los viajeros, lo que favorece la ambición y lo que elogia la idea de abstenerse, la duda moral de una vida solitaria, el descargo de multiplicarse en otros.





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Ese día vas a dejar flores a la tumba de Keats, y allí el centinela silvestre, el vigilante mísero bajo la lengua de los hombres, el que escribió su nombre en el agua como un culpable en la piedra, el que en su vértice vacío está tumbado hacia arriba, tocado por las raíces de los árboles como animal entre víboras,el que sellado con cera abre de noche sus feroces pupilas de amante, el transtornado por los elementos, el jinete viudo de las luciérnagas, John Keats en el ácido alimento de los que escarban la tierra con el tenedor y la brújula,los espectadores encadenados al argumento como la verdad al suicida, la transfiguración de la Osa Mayor en estrella marina, el hilo que entra por una oreja y descifra el cautiverio de lo oído en la otra, el enigma de lo salvaje en la máquina del árbol, el agitado ciervo que cruza la campiña de un sueño donde hay sangre, la edad del centinela, la lengua del centinela, los ojos del centinela, el método de los enamorados y las nubes, el método terrestre de las catástrofes, lo que el hombre sabe del hombre, los frutos de la inocencia y la clave del pánico, lo que diserta sobre las mareas el transparente ahogado en la espiral del éter, lo que el turbulento de las tabernas y el descendiente de la pesadilla de Adán saben de la iluminación de los cinco sentidos, la ruina del hombre y el perfume de los burdeles, la alcoba iluminada por la lujuria. Oscuréceme videncia, une al condenado con el error y su coro, que respire frenético en su rotación de polvo, que lo abrigue el trueno, que lo abrigue el resplandor de las rosas, las lechuzas hijas del panadero, que nada hiera su atmósfera de ciego ni el carbón que en él silba. Venga el rayo y la boca del vaticinio del rayo con su estridente cascada de cuchillos,venga Jonás a sacarlo del húmedo cartílago, reviente en su mina el mineral, abra la llave, pues aquéllos son los ojos en los que llorarán los míos.






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En este jardín burgués donde es la soledad nueva salud del hombre, el anhelo impuro que bajo la tumba finje un firmamento efímero. Aquí donde el prudente existe como una espiga aislada y anuncia en la campana sus lágrimas el ángel, aquí junto al molino donde la mujer y el sátiro intuyen su materia armónica y maligna. Aquí la gravedad del ávido y el júbilo del dueño son un mecanismo vano ante el petirrojo exacto y ataúd de un águila el desusado cielo de los fuertes. Tú sabes que no te pertenece la brevedad de esa visión, vuelves la cabeza, un innoble zumbido ha invadido las rosas, como fiebre violenta hablan las piedras el idioma del número. Tú conoces el desierto de rocas que incendia la saliva, el meteoro que ensueña con su insumiso azar los besos. Has visto la cuchara de acero que sostiene el cirujano ante el cráneo de la geometría, la belleza arruinada en las inteligentes mansiones. Bebes como el débil, esperas esa sed como el campesino el grano, la abolición del dios del sacrificio, la abolición del luto de la Historia.Nada puede el hombre contra su farsa inútil, nada la ilusión y su maleza, nada el estupor del cielo, nada la multitud que vive en las movedizas playas del sacrificio humano, la generación del mar, los descendientes de un animal sagrado, nada un día de armisticio al que sigue otro día de batalla, nada el superviviente que entra en el olvido como una antorcha que se apaga, nada el horadado que es órgano de paja donde concluye el viento.






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Has enhebrado para la mujer que amas un collar de piedras translúcidas, le has dado al quejumbroso el apellido indiferente de los sacrificados, brilla en él el ámbar de la medicina que brota de las estaciones rojas, el pudor de las palabras íntimas prohibidas por el vendedor de la tristeza. Viene aquí el sonámbulo con sus tenacillas de madera a recortar los mirtos, viene a cantar su leve edad el pájaro y el caracol descalzo de los músicos, hace su aparición el descarnado, la muchedumbre expósita, el príncipe de Dinamarca, entran los músculos del hombre que degüella carneros y la mano del soñador que borda,entran los estigmas del paralítico y el punto de fuga que miran los atletas, al que afecta la bendición y el Cristo infectado con los brazos abiertos, entra la mujer pública y la amada en la brutalidad, entra la sostenida en la flaqueza, el vergonzoso extenuado, el que tiene un apodo, el imposible profeta, se asoma otro con su cuerda, otro con su joya rubia, otro antiguo, llega el alucinado con su alondra, se regocija, pide migas para creer, pide un vestigio el que después de haber creído también va a ser cubierto de lodo, pide compasión el lodo por ser definitivo, pide luz el hueco por morarlo oscuro. Cantas, entonces tristemente cantas, dices tu oración a un mundo que se acaba mientras los astros con desgana giran como un lento eclipse sobre las cosas muertas, y el mar es un estanque de agua errante y detenida, y el cuerpo del amor es otro cuerpo de anegada fiebre y un vasto manantial de acero el ruiseñor que canta. Todo se extingue, todo concluye como amistad funesta, como estatua rota que cubriera el musgo la verdad se oculta, la veloz guirnalda del relámpago, la codicia esquiva que ruboriza al cielo, la trenza de laurel, la noche compasiva que el soberano Amor ha regalado al pastor más viejo.Manso es el día de la pólvora en el corazón de un ciervo, benigno bajo el panteón del sol el espíritu del valle, los elementos que dan memoria a cada una de las horas y los días, la lluvia sobre Keats, la luz de oro sobre la invisible espina en su cámara de palo. Este es ahora mi país, madre del barro, un litoral inglés junto a los muros de Roma. Y llueve sobre Keats, llueve lo que roe invulnerable la esperanza, esa partícula de Dios que hace creer a un hombre en otro hombre, esa tumba blanca donde honra un arpa como austero fruto la juventud de un joven. No eres tú el vencedor que tañe el frío instrumento de los mármoles,no eres tú el alarido ni su plaga de miseria que infecta los suburbios, no eres la temprana primavera ni la araña en el fragmento del otoño. Eres en mí la nada sucesiva, eres el pacto entre la liturgia del templo y la cabaña, no la resina agónica del fuerte sino la frente indefensa y el dormido. Aquí el hombre elevado como una nación bajo amenaza, aquí el pequeño hombre sin bandera y el país sin fama, aquí la hierba de los cementerios y la indecisa aurora en la que los sapos cantan,la herida perfumada del excéntrico, el soliloquio moral de los retratos, aquí la efigie, la persona, la gota de rocío a la que ladra un perro.






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Puede la vieja madre de los hombres, la Roma enferma bajo la cal más roja, referir este viaje a un oyente ciego,puede mi vida entregarse a la ternura o al rencor como se abandona en un hospicio al huérfano, aferrarse a la casualidad como la moral del cálculo al espíritu de las matemáticas, puede la comprensión de un hombre que recuerda a Sófocles abrazar su tragedia, errar en la negación, saciar con lágrimas el féretro de Edipo, puede la conjura demoler el Vaticano, erigir en el lugar ficticio otra redención, cambiar paloma por murciélago, cruz por obelisco, opio por incienso, la Roma devastada y vuelta de nuevo a construir como un esencial cadáver, la pústula doliente, la mancha de veneno en el mantel de bodas, lengua con hormigas, cicatriz de bronce con el hedor de un príncipe, la ciudad cercada por el alambre negro de la extorsión fascista, la democracia pútrida como cansancio inútil al final de un sueño, al final de un siglo que permitió Mathausen, la vida sucia del crimen psiquiátrico que masacra a desconocidos en lugares desconocidos bajo causas desconocidas, la calamidad de sus artífices, la conformidad vergonzosa ante los responsables del drama, la adulación de los ancianos, los burgueses viejos, el sangriento lujo, el depositario de la rosa con cabellos grises, la luna malsana sobre los rígidos, el tiempo incansable de los presidiarios, exhausto el carcelero en su acomodo, cansado el palpitante en su escondite, fragua el vehemente corazón su fuga, su prodigiosa emboscada trama el inaudito, ya en la violenta luz que lo deslumbra, ya en la contemplativa luz que me alimenta, el espacioso aire, la extremada inteligencia de la música, la asidua claridad del día, lo que da al ser su vacilante inocencia de alma desvalida, éste mi único bien, la fábula que restituye al mundo su lugar en el hombre, el escándalo de la posteridad con cabeza de ángel y cuerpo ¨ de demonio, el repentino ruido del silencio ante la casa de la honradez. Poco importa, poco importa a tu amistad el método correcto, poco importa al método correcto la equivocación de los seres comunes si ante el tribunal de los vivos asume cada cual el lugar de su propio deseo, opta el hombre por un pez dorado, opta la mujer por otro, opta el solemne sol, la mariposa extraña, por un solo ojo opta el cíclope, eligen su color los caracoles negros, como el pájaro rezagado, como la huella de los analfabetos, como una vocal ante las constelaciones, como los cuatro elementos más la nieve y el rayo, como Adán confuso, como las manos de mi padre encendiendo el fuego, como viejo marinero contemplando el humo de los barcos.


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Adiós Roma, adiós dolorosa luz indescifrable, adiós elocuente sueño, resplandor sin noche, huracán de astros, adiós fúnebres coronas que dormís en los eclipses, cintura de los arcos, adiós nublado reino del otoño, guante del revés, adiós nocturno sol anciano, adiós sílabas del agua, arbusto inmaterial de las estatuas, adiós aposento del amor, van a separarnos, adiós deseo, adiós cielo profano, echad la risa al fuego, cerrad la luz desnuda con candado, no importa ya vivir sino la vida, no importa ya morir sino lo humano, quién cortará la flor enferma de las calles, qué lobos viejos, qué ojos curvos bajo la ulcerada carne de los vivos, hacia qué tesoro de losas y ceniza irán los desunidos pasos del impostor y el apacible anónimo, a qué corral de palo, a qué tacto de ciudad el desterrado domador de la amargura, oh Roma sin motivo, Roma olida por el fúnebre hocico del cangrejo, Roma desmembrada diente a diente, quién desde las grúas del entresueño, quién desde el gran miedo del forzoso mar, todo se traiciona, todo lo que se ama alguna vez se pierde, adiós estrella negra del pianista, adiós prisa de la tierra, la alcoba esta vacía, en vano la hipótesis del cisne junto a la carne muerta, en vano ya la brizna, la nube en vano, el mapa de los vientos: Aquí yace alguien cuyo nombre fue escrito en el agua.


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