" Mientras paseaba una tarde caminando Bristol Street abajo, las multitudes que cubrían el pavimento eran campos de trigo listos para la cosecha, y abajo, junto al crecido río, escuché cantar a un enamorado bajo una arcada de la vía férrea: El amor no tiene fin, te amaré, querida, te amaré hasta que China y Africa se unan, y el río salte sobre la montaña y los salmones canten por las calles, te amaré hasta que el océano esté plegado y colgado a secar y las siete estrellas corran graznando como gansos por el cielo, los años correrán como conejos, porque en mis brazos sostengo la flor de las eras y el primer amor del mundo. Pero todos los relojes de la ciudad comenzaron a vibrar y a sonar, ¡Oh! No permitáis que el tiempo os engañe, el tiempo no puede conquistarse, en las madrigueras de la pesadilla dónde desnuda está la justicia, el tiempo vigila desde las sombras y tose cuando queréis besaros, a base de dolores de cabeza vagamente la vida se nos escurre y el tiempo hará su capricho mañana u hoy, en muchos valles verdes se introduce la terrible nieve, el tiempo rompe las hilvanadas danzas y el brillante arco iris del somormujo. ¡Oh! Hundid vuestras manos en agua, hundidlas hasta la muñeca, fijad, fijad la mirada en la palangana y preguntaros qué os habéis perdido, el glaciar golpea en el armario, el desierto suspira en la cama y la grieta de la taza de té abre un camino hasta la tierra de los muertos (…) ¡Oh! Poneos, poneos junto a la ventana mientras abrasan las lágrimas y comienzan a fluir, amaréis a vuestro retorcido vecino con vuestro retorcido corazón, era tarde, tarde anochecida, los amantes habían partido, los relojes habían dejado de sonar, y el profundo río seguía fluyendo. "
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