domingo, 1 de julio de 2007

ANGEL FIERAMENTE GONZALEZ

¿Cuántos poetas vivos pueden decir
que cantaron al amor y a la herida,
al socavón, al engaño a la ternura
a la santa ironía
al saber vivir
al perder con vergüenza y ganar
sin mala uva?

Se llama Gonzalez, Angel,
y no tiene más registros
porque en una guitarra
más cuerdas no caben
y de tan cuerdo su locura rebasa los límites confesables...

V. G.



Para que yo me llame Ángel González,
para que mi ser pese sobre el suelo,
fue necesario un ancho espacio
y un largo tiempo:
hombres de todo mar y toda tierra,
fértiles vientres de mujer, y cuerpos
y más cuerpos, fundiéndose incesantes
en otro cuerpo nuevo.

(Fragmento del poemario Áspero mundo)




"Yo siempre soy muy cuidadoso en el uso del lenguaje, utilizo como materia de trabajo el lenguaje coloquial, me gusta la simplicidad, la claridad. Es más difícil escribir con claridad que escribir en la oscuridad como hacen otros poetas, que cultivan el hermetismo, la oscuridad y ni ellos saben lo que quieren decir ni el lector les encuentra un sentido. También es verdad que tiene un valor literario, pero no es la poesía con la que simpatizo desde dentro."
Angel González

AT - El tiempo de Ángel González está también impregnado de lo cotidiano. Leo: "Ayer fue miércoles toda la mañana, por la tarde cambió, se puso casi lunes".

AG - Es la ambigüedad del tiempo, en ese poema la ironía pretende la justificación de la nostalgia, la justificación de pensar que cualquier tiempo pasado fue mejor, como decía Jorge Manrique, pero también el convencimiento de que el tiempo que yo echo de menos no mereció la pena para nada, fue un tiempo muy aburrido, muy espeso, muy tonto y, sin embargo, hay cierta nostalgia de aquella época. Y eso la ironía permite expresarlo.

AT - En el primer poema de Áspero mundo, usted resume en un verso lo que es: "Para que yo me llame Ángel González,/para que mi ser pese sobre el suelo,/fue necesario un ancho espacio y un largo tiempo".
AG - Es un poema escrito en soledad, sin tener contacto con la actualidad de lo que era la poesía en España y en América Latina en aquellos años. Es un libro muy cutáneo, sin ideas previas, pero en el que ya sale la veta social, pues es el ser humano que soy yo gracias a un conjunto de cosas: la tierra, el lenguaje, el aquí y el ahora, la circunstancia. Ese libro lo escribí además en circunstancias muy especiales: estaba enfermo con una tuberculosis muy grave que me obligó a irme a un pueblecito de las montañas de León, donde estuve tres años en reposo absoluto y sin contacto con nada. Ahí leí mucho a Juan Ramón, a los poetas del 27, sobre todo la parte mas lírica porque la poesía comprometida, que la tuvieron todos, estaba censurada y no se conocía. Con esas influencias, un poco anacrónicas, escribí este libro.
( ... / ... )
AT - Su poesía, ¿a dónde lleva?
AG - Yo no sé hablar de mis libros, no veo demasiado clara mi poesía, soy bastante autocrítico, exigente y no me gusta demasiado nada de lo que hago, siempre espero que sea mejor. Pero hay un momento en que me decido a publicarlo porque si lo mantengo guardado se pudre. La poesía se realiza realmente cuando la leen los otros.
AT - Como lector de su poesía, encuentro un canto al amor como puerta de salvación a la barbarie que nos circunda.
AG - Sí, pero el amor que supone la concentración de un sentimiento de solidaridad, ya no sólo el amor erótico, físico, que es importante, sino también y como la culminación de la solidaridad, de intentar entender al otro, de verlo por dentro y tratar de entenderlo.
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Fragmento de la entrevista de Armando G. Tejeda a A. G. publicada en la revista BABAD
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El gran poeta Ángel González ofreció el jueves 17 de mayo una lectura de sus poemas en la Universitat de València. La cita fué en el Auditori Montaner del Col·legi Major Lluís Vives, av. Blasco Ibáñez, 23. El acto estuvo organizado por Aula de Poesia de la Universitat, Antonio Cabrera i Begoña Pozo presentarán al poeta.

Ángel González nació en Oviedo, el 3 de septiembre de 1925. Su infancia se vio fuertemente marcada por la muerte de su padre, fallecido cuando Ángel González apenas contaba con dieciocho meses de edad. La degeneración del seno familiar continuó durante la Guerra Civil Española, donde su hermano Manuel fue asesinado por el bando franquista en 1936. Posteriormente su hermano Pedro se exiliaría durante el mismo proceso.
En 1943 enferma de tuberculosis, por lo que inicia un lento proceso de recuperación en Páramo del Sil. Tras tres años, decide estudiar derecho en la Universidad de Oviedo. Luego en 1950 comienza a estudiar periodismo en la Escuela Oficial de Periodismo de Madrid.
Su experiencia como hijo de la guerra será plasmada en Áspero mundo (1956), su primera publicación y con la que obtendría un accésit del Premio Adonais. Tras la publicación de su segundo libro, Sin esperanza, con convencimiento (1961), Ángel González pasó a formar parte del grupo de poetas conocido como Generación del 50 o Generación de medio siglo. En 1962 es premiado en Colliure con el Premio Antonio Machado por la publicación de su libro Grado elemental. El año 1970 es invitado a dar conferencias a la Universidad de Nuevo México en Albuquerque. Posteriormente sería invitado como profesor durante un semestre. En 1973 pasa por las Universidades de Utah, Maryland y Texas bajo la misma condición, regresando en 1974 a la Universidad de Nuevo México como profesor de Literatura Española Contemporánea.
En 1985 le conceden el Premio Príncipe de Asturias de las Letras y en 1991 el Premio Internacional Salerno de Poesía. En enero de 1996 fue elegido miembro de la Real Academia de la Lengua Española. El mismo año además obtuvo el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana. Ángel González en 1992 cesa sus funciones como profesor. En 2001 obtiene el Premio Julián Besteiro de las Artes y las Letras. En 2004 se convierte en el primer ganador del Premio de Poesía Ciudad de Granada-Federico García Lorca.

Con Elena Escribano, Angel Gonzalez en Valencia (Mayo, 2007)



Me basta así (ángel gonzález)
Si yo fuese Dios
y tuviese el secreto,
haría
un ser exacto a ti;
lo probaría
(a la manera de los panaderos
cuando prueban el pan, es decir:
con la boca),
y si ese sabor fuese
igual al tuyo, o sea
tu mismo olor, y tu manera
de sonreír,
y de guardar silencio,
y de estrechar mi mano estrictamente,
y de besarnos sin hacernos daño
-de esto sí estoy seguro: pongo
tanta atención cuando te beso-;
entonces,
si yo fuese Dios,
podría repetirte y repetirte,
siempre la misma y siempre diferente,
sin cansarme jamás del juego idéntico,
sin desdeñar tampoco la que fuiste
por la que ibas a ser dentro de nada;
ya no sé si me explico, pero quiero
aclarar si yo fueseDios, haría
lo posible por ser Ángel González
para quererte tal como te quiero,
para aguardar con calma
a que te crees tú misma cada día,
a que sorprendas todas las mañanas
la luz recién nacida con tu propia
luz, y corras
la cortina impalpable que separa
el sueño de la vida,
resucitándome con tu palabra,
Lázaro alegre,
yo, mojado todavía
de sombras y pereza,
sorprendido y absorto
en la contemplación de todo aquello
que, en unión de mí mismo,
recuperas y salvas, mueves, dejas
abandonado cuando -luego- callas...
(Escucho tu silencio.
Oigo
constelaciones: existes.
Creo en ti.
Eres.
Me basta.)


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