miércoles, 25 de julio de 2007

EL OFICIO DEL POETA, DEL ESCRITOR, ES SABER VIVIR

Admiro profundamente la valía y coherencia de José Luis Sampedro y de J. A. Goytisolo, que a su manera, entiendo han dado lo mejor de si en su vida, su obra, su dactilográfica generosidad y talento.




El oficio de escritor es permanente, uno está pensando a todas horas en la posibilidad de que algo que le suceda en la vida real puede ser susceptible de ser escrito. Yo voy por la calle con una libretita y anoto aquello que me puede servir, por ejemplo, para un novela. De repente, llega un momento en que ciertas ideas, sin saber muy bien porqué, se le fijan a uno. Cuando me surgió la idea de la novela La sonrisa etrusca estaba pasando unas navidades con mi hija que tenía un niño de nueve meses en Estrasburgo; entonces, en una noche, de esas frías de centroeuropa, el bebé comenzó a lloriquear, y yo, que de siempre me he levantado muy temprano, lo cogí en brazos para que su madre y su abuela no se levantaran. Mientras acurrucaba al niño paseando por la habitación la luna se reflejaba en la nieve y su luz entraba por la ventana. Fue fascinante. Ese cuarto de hora fue para mí infinito, y pensé en todo lo que le quedaba por vivir a esa criatura, si me iba a llegar a conocer, qué suerte iba a tener en la vida, etc. Total, que me fui a la cama pensando en que iba a escribir un cuentecito titulado "El abuelo" y acabó convirtiéndose en una novela de doscientas y pico páginas. Eso quiere decir que el arranque de una novela no se sabe muy bien dónde lo podemos encontrar. Luego, cada escritor tiene una manera de desarrollar la trama y de buscarse los apoyos para mantenerla viva. Yo tardo bastante en escribir una novela y me documento muchísimo. "La vieja sirena" tardé cinco años en escribirla pero no por hacer gala de erudición, sino porque tengo una idea central en mi oficio de escritor: si yo no me creo lo que estoy contando el lector no se lo va a creer. Por eso me documento mucho.
JOSE LUIS SAMPEDRO


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EL OFICIO DEL POETA





Contemplar las palabras


sobre el papel escritas,


medirlas, sopesar


su cuerpo en el conjunto


del poema, y después,


igual que un artesano,


separarse a mirar


cómo la luz emerge


de la sutil textura.



Así es el viejo oficio


del poeta, que comienza


en la idea, en el soplo


sobre el polvo infinito


de la memoria, sobre


la experiencia vivida,


la historia, los deseos,


las pasiones del hombre.



La materia del canto


nos lo ha ofrecido el pueblo


con su voz. Devolvamos


las palabras reunidas


a su auténtico dueño.




J. A. Goytisolo

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