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DOS POEMAS PARA UNA
TARDE DE FUTBOL
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I
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Seguramente la muerte habitará en mí.
Lo tengo claro.
Ahora lo sé: toda la multitud
es como una roca bajo el río.
Toda la maldita humanidad
ha perdido sus extrañas fantasías…
las de amor, las de sexo, hasta las de odio.
Todos han crecido como hierba seca,
crecen para arriba pero sin vida, sin nada más.
La vida y la muerte son cristales:
un reloj negro,
un reloj blanco;
uno de nosotros perdió el tiempo.
La muerte se mete en mi vida,
Se mete a mi casa.
Habita como lirio en agua mala
y cuando yo duermo,
ella está dormida junto a mí.
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II
VIDA Y OBRA
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Rostros iguales a defectos de fabricación,
deambulan por las calles
con olor a miseria y humedad,
con imágenes de desencarnada esperanza;
con sentimientos que nunca encuentran
su cada cual.
El ayuno de los días
cambia al hartazgo de la vida
que se va, que se queda…
que pasa sin voltear.
A veces la ternura se aparece
en una mirada, en un recuerdo
que luego se retira a un asilo de rencor,
asilo de muerte;
en donde caen todas las cosas que un día
parecían ser verdad.
Esta realidad no es transparente,
duele y se retuerce como larva;
crece.
Rostros iguales a desencanto social,
a trabajo forzado
con ojos de agua salada
que mienten para tapar un engaño
y roban por un pedazo de pan.
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Cecilia Estévez Hernández (1982). Nacida en primavera en la Cuidad de México. Egresada de la Universidad Autónoma Metropolitana, unidad Iztapalapa en la carrera de Letras Hispánicas. Mientras se adentró en el mundo de la literatura, encontró su pasión por la poesía en Garcilaso de la Vega, Federico García Lorca, T. S. Eliot y Ezra Pound. Ha realizado investigaciones que abarcan cuentos de Amado Nervo, Julio Cortázar y Luisa Valenzuela; en novela ha hecho trabajos sobre Benito Pérez Galdós, la intertextualidad en El quijote, Raymond Chandler y Soledad Puértolas. Gran apasionada de la música, se interesa por la creación de compositores húngaros, percusiones japonesas y el trabajo musical de Shigeru Umebayashi.
Enlace: http://www.destiempos.com/n9/ceciliaestevez_n9.htm
2 comentarios:
Decía R. Bolaño que no le gustaban las multitudes porque, para él, el común denominador de éstas es el miedo.
Un abrazo.
Javier:
Pués en este caso coincidimos, compa. O me estoy haciendo mayor, es decir, más niño, o cada vez las multitudes me quieren menos. (¿Qué no serán ambas cosas y alguna más que por respeto a la masa me callo?)
Un abrazo
Viktor
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