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Domingo López.
Un poeta que se abrasa en el otro, un observador quemado bajo el sol de los penados, un tranquilo y pertinaz lector que atisba lo real y dibuja su baba, su rocío, su hálito, su remora, su aire suelto, su ponzoña, su belleza, su dolor...
Desde Sanlucar (Cadiz), nacido igual que un servidor en el 67, su prosa desmitifica la aventura de vivir y a la vez irradia vitalismo positivo y crítica resistencia a la vulgaridad, a la banalidad, a la estulticia. Es cercano, claro, meticuloso para hurgar en lo que tapa un leproso, esconde un borracho o niega un desocupado. Nos situa siempre enfrente de lo que no es moda o relax. Nos dispone a que revisemos conceptos básicos como gozar, libertad, amistad, silencio, soledad, compromiso, ternura. Y los desenmacara, les quita la costra de hipocresía o la máscara falaz y social. Porque lo que parece interesarle a Domingo, más que una verdad categórica es la autenticidad, la acción desnuda y clara, la transparencia en el mirar y el desear, y por consiguiente ese desertar de las propuesta ególatras y superconsumistas que nos hacen autoritarios, insolidarios, desalmados, bobos, bobos de requetetomate. Pero mejor leerle, mucho más sano y enriquecedor. Lo suficiente, entre su prosa ágil e imaginativamente mordaz y su bucanera poesía de resistencia. Todo eso que desarrolla en su muy interesante blog:
Víktor Gómez
EL GANSTER
El mosquito vino para picarme, estoy seguro. Primero dio varias vueltas de reconocimiento sobre mi cabeza, relamiéndose y sin quitarle ojo al lustre de mi calva. El lugar ideal para un discreto aterrizaje y una posterior y placentera succión, deduje achinando los ojos. Lo oí zumbar y me quedé quieto, con el pitillo humeante en la boca. Se posó disimulando sobre mi mano derecha - que dejé astutamente como cebo sobre la mesa - y aunque soy diestro, aproveché que la tenía cargada, la saqué con la zurda de la sobaquera y apunté lo mejor que pude.- Muere, vampiro - dije apretando el gatillo.El tiró lo reventó, salpicando de tripitas y de sangre la pared. Y entonces, sonriendo, con la Veretta en alto por si volvía otro insecto, fui a quitarme el cigarro de los labios y no pude.
BANDERA NEGRA
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Éramos
los que no nos enterábamos
de qué iba la cosa,
los que siempre perdíamos el tren, el bus,
las oportunidades y el tiempo,
los que escribíamos en una trinchera
con los dedos de una mano
porque la otra la empuñábamos
dándole forma de pistola
o porque con ella tirábamos las piedras.
Éramos
los que no reían las gracias,
los que gruñían y enseñaban los dientes,
los que hacían la puñeta,
los que tirábamos por la ventana
la casa, las botellas,
el porvenir y las palabras,
los que nunca eran nombrados
cuando pasaban lista
en la entrada de ningún redil.
Éramos
los que soñábamos con la bomba,
las fieras ingratas del zoo,
los que nadie leía
ni jamás llegarían a nada,
los ninguneados,
los que metían el palo en las ruedas.
Éramos nosotros,
los que fintaban, los lobos,
los nunca invitados,
los enemigos, los que siempre se iban
por fin
dejando atrás un rastro
de cortes de manga, fuego
y poemas rotos.
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Domingo López
2 comentarios:
Qué bueno. Este poema tiene metralla. Y el blog es caña.
Si, este poeta y activista cultural es muy interesante.
Gracias por tu visita.
Viktor
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