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RAÚL NÚÑEZ:
------------------ LA VOCACIÓN INVISIBLE DE LA SUPERVIVENCIA
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Se murió una noche, de madrugada ya, y Juan Carlos me llamó para que fuéramos a recoger lo que quedaba en su casa del Carmen. En Turia también me dijeron que Raúl se había muerto. Y luego, con Ana, Merche, con la gente que le quería aunque no lo hubiera visto mucho en los últimos años, acudimos a ver cómo se despedía para siempre por una boca de fuego sin oraciones de ninguna clase. No dijimos poemas, ni palabras secas, no dijimos nada aquel mediodía de mayo en que Raúl Núñez se iba igual de silencioso que había llegado a mi casa de Valencia unos años antes.
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Luego anduvo por más casas, con más gente, y Laia, mi hija, aún me recuerda alguna vez cómo Raúl se metía en el cuarto a dormir con un vaso de vino en vez de leche para tranquilizar sus sueños de derrota. Y es que a Raúl los sueños le daban igual. Porque los sueños se olvidan. Como se olvida casi todo, el amor, el odio y el desprecio, la muerte, lo que sea. En su última e inédita novela, "Fuera de combate", un personaje le pregunta a otro si sueña mucho y la respuesta es contundente: "sí, pero siempre me olvido lo que he soñado". La madrugada del 7 al 8 de mayo de 1996 se murió Raúl en una clínica de Valencia y Juan Carlos me dijo que fuéramos a recoger lo suyo a su piso del Carmen.
Luego anduvo por más casas, con más gente, y Laia, mi hija, aún me recuerda alguna vez cómo Raúl se metía en el cuarto a dormir con un vaso de vino en vez de leche para tranquilizar sus sueños de derrota. Y es que a Raúl los sueños le daban igual. Porque los sueños se olvidan. Como se olvida casi todo, el amor, el odio y el desprecio, la muerte, lo que sea. En su última e inédita novela, "Fuera de combate", un personaje le pregunta a otro si sueña mucho y la respuesta es contundente: "sí, pero siempre me olvido lo que he soñado". La madrugada del 7 al 8 de mayo de 1996 se murió Raúl en una clínica de Valencia y Juan Carlos me dijo que fuéramos a recoger lo suyo a su piso del Carmen.
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Hace cinco años ya de todo eso. Y allí estaba su territorio de la desolación, la tranquilidad oscura de sus paredes viejas, un televisor nuevo que parecía antiguo, dos o tres libros de Onetti, alguno de Juan Marsé. Casi nada suyo: desde luego libros suyos ninguno. Ni de los amigos: ni míos, ni de Juan Madrid, ni de nadie. Sólo el aire de una presencia invisible que le duró toda la vida. En una estantería había cartas, recortes de periódicos con sus relatos, fotografías familiares, algún contrato editorial pasado de fecha, polvo. Y esa novela inédita que se titula "Fuera de combate". Una historia escrita ya desde la fragilidad última, desde las pesadas escaleras de su casa del Carmen, donde la luz más clara era la del cartel a colorines de una fábrica de turrones.
Hace cinco años ya de todo eso. Y allí estaba su territorio de la desolación, la tranquilidad oscura de sus paredes viejas, un televisor nuevo que parecía antiguo, dos o tres libros de Onetti, alguno de Juan Marsé. Casi nada suyo: desde luego libros suyos ninguno. Ni de los amigos: ni míos, ni de Juan Madrid, ni de nadie. Sólo el aire de una presencia invisible que le duró toda la vida. En una estantería había cartas, recortes de periódicos con sus relatos, fotografías familiares, algún contrato editorial pasado de fecha, polvo. Y esa novela inédita que se titula "Fuera de combate". Una historia escrita ya desde la fragilidad última, desde las pesadas escaleras de su casa del Carmen, donde la luz más clara era la del cartel a colorines de una fábrica de turrones.
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Hice con otros amigos intentos de editar sus poemas, la novela última. Fue difícil. Pero ahí sigo, en el empeño. Con Juan Madrid, con Francesc Betriu, con Juan Marsé, con Joaquín Sabina, con algunos amigos de Valencia. Queremos una edición digna, un homenaje a su memoria, no la voluntad miserable de salir del paso publicando los papeles de un amigo muerto. Los sacaremos un día. Seguro. Los poemas están ahí, dispuestos ya para entrar en la imprenta. A la novela le falta alguna página, es frágil en algunos tramos: pero tiene la fuerza implacable de un superviviente que no se cansa de serlo. Juan Carlos me lo dijo: a él le hubiera gustado que te llevaras sus cosas. Y las tengo ahí, en esa carpeta de donde saco sus recortes, las fotografías, sus cuentos antiguos de Play Boy y otras revistas. Recuerdo la nota que envié a los medios de comunicación: "En la madrugada del 7 al 8 de mayo ha muerto en Valencia el escritor argentino Raúl Núñez". Parece que fue ayer y se cumplen esta semana cinco años.
Hice con otros amigos intentos de editar sus poemas, la novela última. Fue difícil. Pero ahí sigo, en el empeño. Con Juan Madrid, con Francesc Betriu, con Juan Marsé, con Joaquín Sabina, con algunos amigos de Valencia. Queremos una edición digna, un homenaje a su memoria, no la voluntad miserable de salir del paso publicando los papeles de un amigo muerto. Los sacaremos un día. Seguro. Los poemas están ahí, dispuestos ya para entrar en la imprenta. A la novela le falta alguna página, es frágil en algunos tramos: pero tiene la fuerza implacable de un superviviente que no se cansa de serlo. Juan Carlos me lo dijo: a él le hubiera gustado que te llevaras sus cosas. Y las tengo ahí, en esa carpeta de donde saco sus recortes, las fotografías, sus cuentos antiguos de Play Boy y otras revistas. Recuerdo la nota que envié a los medios de comunicación: "En la madrugada del 7 al 8 de mayo ha muerto en Valencia el escritor argentino Raúl Núñez". Parece que fue ayer y se cumplen esta semana cinco años.
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La memoria es frágil, ya se sabe. Recordamos sólo lo que nos da la gana recordar. Y la memoria de Raúl Núñez es a veces poco grata. Quería a la gente y de pronto la despreciaba hasta la rabia. A veces hizo daño porque miraba el mundo desde el ángulo más oscuro. Pero se le quería. Por su invisibilidad, por sus vasos compartidos de vino barato, por esa voz que le salía arrastrada hacia adentro más que hacia fuera. Por lo que fuera: era imposible no querer a Raúl Núñez. Escribió relatos impresionantes al lado de otros que le daban de comer un rato. Novelas débiles y otras que llenan ellas solas una estantería entera: como "Sinatra". Amaba los libros de Carver, de Onetti y Juan Marsé, los de Juan Madrid y las canciones en cassette de Sabina. Quería vivir como si vivir no fuera imposible en sus noches de insomnio calmadas por el valium. Pero escribía siempre, lento como andan las tortugas, con fuerzas escasas, pero las historias no paraban de bullirle en la cabeza. Poco a poco se fue haciendo invisible, ya les digo. Siempre lo fue, más o menos. Pero poco a poco se fue evaporando como los hilos negros del vino clausurado con tapón de plástico: sin ruido, sólo el clic imperceptible al abrir la botella de a litro, sólo eso, casi nada.
La memoria es frágil, ya se sabe. Recordamos sólo lo que nos da la gana recordar. Y la memoria de Raúl Núñez es a veces poco grata. Quería a la gente y de pronto la despreciaba hasta la rabia. A veces hizo daño porque miraba el mundo desde el ángulo más oscuro. Pero se le quería. Por su invisibilidad, por sus vasos compartidos de vino barato, por esa voz que le salía arrastrada hacia adentro más que hacia fuera. Por lo que fuera: era imposible no querer a Raúl Núñez. Escribió relatos impresionantes al lado de otros que le daban de comer un rato. Novelas débiles y otras que llenan ellas solas una estantería entera: como "Sinatra". Amaba los libros de Carver, de Onetti y Juan Marsé, los de Juan Madrid y las canciones en cassette de Sabina. Quería vivir como si vivir no fuera imposible en sus noches de insomnio calmadas por el valium. Pero escribía siempre, lento como andan las tortugas, con fuerzas escasas, pero las historias no paraban de bullirle en la cabeza. Poco a poco se fue haciendo invisible, ya les digo. Siempre lo fue, más o menos. Pero poco a poco se fue evaporando como los hilos negros del vino clausurado con tapón de plástico: sin ruido, sólo el clic imperceptible al abrir la botella de a litro, sólo eso, casi nada.
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Esta semana, entre el lunes y el martes más o menos, se murió Raúl por última vez. Pero a mi casa vuelve mucho, a mis libros, a los suyos traducidos al francés y al inglés, a sus dedicatorias para Marce y Laia, a esa letra temblorosa que siempre dibujaba en las páginas que encabezan aquellas dedicatorias. Cinco años han pasado desde que llamaron Juan Carlos y la gente de Turia. Se había muerto Raúl Núñez. Bueno: eso dijeron.
Esta semana, entre el lunes y el martes más o menos, se murió Raúl por última vez. Pero a mi casa vuelve mucho, a mis libros, a los suyos traducidos al francés y al inglés, a sus dedicatorias para Marce y Laia, a esa letra temblorosa que siempre dibujaba en las páginas que encabezan aquellas dedicatorias. Cinco años han pasado desde que llamaron Juan Carlos y la gente de Turia. Se había muerto Raúl Núñez. Bueno: eso dijeron.
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Hoy sigue aquí, en estas páginas. Y seguro que vosotros estáis palpando su recuerdo.
Alfons Cervera
En la página web de Victoria Carmona se puede leer una recopilación de artículos de Raúl Nuñez difíciles de encontrar en otros sitios.
2 comentarios:
TOMA YA!!
GRACIAS AMIGO!!
AHORA FALTA QUE LA GENTE SE UNA, Y EXPANDA...
BESOS.
LU CIérnagA
Venga, adelante. Y sin desfallecer ni olvidarse. Como la arena del desierto, hemos de meter a Raul por todos los poros del cuerpo, la ciudad, el presente.
Bona nit
Viktor
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