jueves, 24 de julio de 2008

DOS POEMAZOS DE ANA MARIA ESPINOSA

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Ana Maria Espinosa, poeta de Jerez de la frontera, se implica con la pintura y la fotografia en un constante diálogo poético, de extrema sensibilidad, del que afloran textos o poemas como éste:

Un poema para "Pescador" y su arte

De Nancy Spero nos dejó una interesante entrada en su blog y por una asociación involuntaria, de una mezcla en el estupor del presente herido y su reflejo en el arte pictórico de la artista neoyorkina se fraguó un poema sacudido por el conflicto de los cayucos, en éste otro poema:

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No es el cielo azul.
Luto en los arrecifes.
Blanco limbo, lo profundo.
Nueve burbujas de sed y hambre.
Siembra sin futuro, sal, la nada
tiembla el horizonte.
Nunca halló tierra verde su raíz viva.
Sonajeros marinos, arrullo de sirena;
casi nada rima con olvido.
Flota una daga de nácar en la matriz del mundo.
Qué ángel custodia las aguas.
Qué silencio cierne sus clavos
en el vientre huérfano, aún caliente,
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gruta rota por las olas
abrazando eternidad,
breve latido la espuma.

Ana María Espinosa

4 comentarios:

Ana María Espinosa dijo...

Gracias Víktor, por ser UN CIELO AZUL.

Víktor Gómez Valentinos dijo...

Azul embarrado, pero azul.

El poeta no sabe a dónde le lleva su escritura, pero sabe dónde no puede quedarse. Nadie podrá ayudarte más que tu intuición y osadia. No hay en este "antioficio" reglas más allá de la intemperie y el nomadeo. En cualquier caso me gusta mucho tus últimas derivas.

Un beset

Viktor

Laura Giordani dijo...

Querida Ana; precioso poema con momentos álgidos.

Me gusta esa voz que se asoma en tu poesía últimamente: "Qué silencio cierne sus clavos en el vientre huérfano..."

Te sigo. Un abrazo muy fuerte.

Laura.

Un abrazo

Arturo Borra dijo...

Hola Ana, también yo me sumo a esta celebración de un decir poético que se inmiscuye en regiones de una realidad huérfana.
Es valioso que allí converjan voces, porque contribuyen a sostener una política de la memoria: aquella que no se resigna a contabilizar los muertos.
No sé qué ángeles, ni qué silencios, no sé siquiera de esa eternidad que late efímera en la espuma, pero habrá al menos que hacerlos hablar -para evitar una doble derrota: su desaparición y nuestra indiferencia.
Un fuerte abrazo,
Arturo