jueves, 26 de abril de 2007

ENTREVISTA A EUGENIO TRIAS


-Fue miembro del Opus Dei y del Partido Comunista. ¿Los echa de menos?
-Ni a uno ni al otro.
-¿Por qué dejó el Opus?
-Era muy joven. Inicialmente me ilusionaron muchas de sus propuestas, pero luego me llevé un gran desengaño.
-¿En qué sentido?
-Lo cuento en mi libro «El árbol de la vida». Remito allí a los interesados en la respuesta.
-¿Y el Partido Comunista?
-Es una encarnación en el siglo XX de lo que predijo Dostoievski cuando escribió su novela «Los demonios». Un instrumento de poder nocivo. Lo único que ha generado es sociedades terribles. Aconsejo muy vivamente una película, «La vida de los otros», para que se sepa qué tipo de sociedad de delación, espionaje y violaciones de la privacidad construyó el comunismo. Al principio me atrajo como una forma de oposición al franquismo, pero la decepción fue fulminante.
-En Francia hay una corriente que habla del «decrecimiento», de la necesidad de echar el freno frente a esta sociedad hiperactiva.
-No tenía ni idea, pero yo me he pasado toda la vida frenando.
-¿Pero ésta es una sociedad hiperactiva?
-Yo no la definiría así.
-Pues defínala.
-Se necesitarían muchos libros para poder definirla.
-¿El filósofo es necesario?
-En la misma medida que lo son el poeta, el músico o el pintor. Ejercemos actividades que espontáneamente generan nuestra sensibilidad y nuestra mente. Por tanto, más que una necesidad la filosofía responde a un deseo vinculado a nuestra facultad más importante: la inteligencia. Y la inteligencia no se contenta sólo con las formas de conocimiento que proporcionan la ciencia y la tecnología. También plantea unas cuestiones que exigen una elaboración conceptual de la que se encarga la filosofía. Estamos en un mundo con gran necesidad de pensamiento; pero quizá esta demanda puede ser respondida mejor en sociedades con niveles de educación más fuertes. Aquí, en España, estamos en precario y por eso no se siente de forma prioritaria esta urgencia.
-¿Pero el filósofo debe incidir en la ciudad a la manera de Platón o ir por libre?
-El filósofo ha de ir siempre por libre. Precisamente, si va por libre puede tener una verdadera incidencia en la ciudad.
-¿Los científicos dejan sin asuntos a los filósofos?
-Al revés. Nos están suministrando nuevos temas. La ciencia lúcida, la que no entra en el delirio, conoce sus limitaciones extraordinarias. La interacción ciencia-filosofía es fecunda. Ahora más que nunca. Es una aberración pensar que los científicos nos están quitando temas. Más bien, al contrario. La astrofísica o la cosmología plantean enigmas sobre el origen del universo, pero se quedan a las puertas.
-Hablando de orígenes, ¿Darwin es compatible con el creacionismo?
-No sé qué es el «creacionismo» y todo depende de qué entendamos por Darwin. Hay un tema impresionante, que es la Teoría de la Evolución de Darwin, sobre la que se sustentan muchas concepciones sobre la vida y el universo. Es una manera legítima, y quizá la más persuasiva, de enfocar el origen de las especies. Otro asunto es el teológico, que está relacionado con el destino del hombre, el sentido de la vida, la relación del hombre con Dios. Éstos son temas que están más allá de la jurisdicción de la ciencia.
-¿Es usted un metafísico?
-Si entiende por ello la necesidad de postular una creencia allá donde no llegan nuestros datos racionales, sí planteo que tanto la afirmación como la negación se mueven en el terreno de la creencia. Tan metafísico es un ateo como un agnóstico o un creyente. Yo hablo de razón fronteriza, una razón repensada para afrontar este tipo de cuestiones. Es responsabilidad suya plantear esta cuestión. Sólo desde la mala fe o de la frivolidad se puede decir que no es una cuestión que deba preocuparnos.
-¿Pero le molesta la dialéctica entre científicos y teólogos?
-A ver. La idea del «big bang» la inventa un jesuita. No hay tal conflicto. Hay científicos que abonan una orientación agnóstica o atea y otros muchos que son creyentes.
-¿Qué le sugiere esta cosa de vivir?
-Soy de la escuela platónica. Vivir me provoca asombro. El asombro es la emoción con la que despunta la filosofía. La filosofía es una emoción ante el hecho de ser. La cuestión del ser, por mucho que se quiera evitar, es la gran cuestión filosófica.
-¿Qué le emociona?
-Casi todo. Los vínculos, las carencias, las relaciones, las amistades, los amores. Lo bueno y lo malo. La maldad también me emociona. Más bien, me indigna.
-¿Se están deteriorando las relaciones en este mundo que va tan rápido?
-Ésa es una apreciación superficial. Creo más bien en la imagen de un caleidoscopio: hay una cierta rapidez en imágenes que se disuelven y se deconstruyen, pero no creo que nuestra vida sea muy distinta de la de nuestros antepasados. Según y cómo, a lo mejor los procesos son lentísimos.
-¿Qué opina de Bueno?
-Le aprecio muchísimo. Sigue una ruta propia, muy distinta de la mía, pero reconozco su forma de pensamiento y la aprecio.
-¿El pensamiento crítico está en horas bajas?
-Existirá siempre. Hoy existe la posibilidad de una cierta duda. Antes triunfaba el pensamiento dogmático, por ejemplo, en épocas en que el marxismo tenía mucha presencia, o con el positivismo lógico o la primera filosofía analítica. Son precisamente las formas dogmáticas de pensamiento, tanto en la izquierda como en la derecha, las que están en horas bajas.
-¿Existen la derecha y la izquierda?
-Ésa es una forma muy elemental de distinguir actitudes. No se puede simplificar en el sentido de establecer una línea cerrada.
-No hay derecha e izquierda, pero sí arriba y abajo.
-Hay un conflicto secular que ya encontramos en las ciudades griegas y romanas, y que sigue en la Edad Media y la Modernidad. Las dualidades son inherentes a las distintas formas de mundo; pero hay, por fortuna, un predominio hacia una convergencia democrática, aunque a corto plazo no se adivina esa posibilidad real en algunas sociedades.
-¿Cuando Samuel Hungtinton habla del choque de civilizaciones está practicando una forma de racismo?
-No, practica una cierta forma de interpretación errónea de la diversidad cultural. Lo tremendo es que haya políticos como Bush que sigan su orientación. Hay que aceptar la diversidad cultural y fomentar que algunas sociedades evolucionen hacia un marco democrático, pero por la vía pacífica de la persuasión, nunca por la vía de la guerra, que lleva al desastre.
-¿Cuál es el problema del Islam?
-La presión de Estados Unidos fomenta el extremismo, pero, por otro lado, el Islam tiene que cambiar radicalmente en su manera de entender las relaciones entre hombres y mujeres.
-Está muy vinculado al mundo del periodismo. ¿Llega el fin de la era de la prensa?
-No, yo veo mayor diversidad, aunque sí es posible que haya que reorientar la oferta.
-¿Por la competencia de internet?
-Habrá que buscar un nuevo acomodo, como la pintura tuvo que buscarlo cuando surgió la fotografía. Estas cosas no anuncian una defunción, sino una reorganización. Igual se pierden lectores, pero los que quedan son de más calidad. Ocurre lo mismo con el turismo: se puede optar por un turismo masivo o por otro de calidad. El turismo que va a Venecia es de mucha calidad.
-¿Así será el lector dentro de veinte años?
-Tal vez, pero no soy profeta.
-Ha escrito dos ensayos sobre «Vértigo», la película de Alfred Hitchcock. Una curiosidad: ¿cuántas veces la ha visto?
-No sé. He perdido la cuenta.

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