domingo, 9 de septiembre de 2007

ANTONIO MENDEZ: El ojo anterior a la desesperanza

Una escritura no precisa sino unos ojos-labio que la relean, que dejen a la tinta ser océano y en un pequeño instante de soledad más posible abisal y desnudo, dejar al corazón hundirse sin compañía. Leer a veces es un riesgo. La vida es un riesgo. Peor que vivir es el simulacro. La poesía de Antonio Méndez, como ala del pájaro milansiano, roza aquello imposible al tacto, al ojo. Y no se rinde. Y no se calla, sino para dejar espacio a lo que es. Dijo Foucault, cuando le preguntaron por qué le interesaba la política algo así como que eso no era el problema, el problema es porque hay personas que no les interesa la política. A Antonio Méndez le preocupa y le ocupa como decir, que decir, ante el estupor del mundo malamente politizado, mal gobernado, mal descrito. La poesía se me antoja así accidental en su quehacer más intimo. Esa suerte de accidente por la que otros menos estrictos, atentos y sensibles lectores, ciudadanos, coetáneos podemos revisar los modelos, cuestionar el orden, la norma, lo convenido y disfrutar de una poética indagadora, al descubierto, arriesgada y complice con todo lo que en realidad importa.

Viktor Gómez


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EL BARCO DE LOS ESCLAVOS
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Arrullo de palomas, roncas. Todo en el aire al fin. Humo para los árboles suena en el momento aún frío del amanecer. ¿Dónde ocurre?. No recuerdo ni siquiera aquella lentitud del río, dando ya al mar, su forma de extraviarse sin nosotros. Hay un nuevo comienzo -eso puede que sea verdad. Es otra devoción. El último golpe sigue en mi cabeza y en el resto del cuerpo. Caigo. Y es más: se qué mi amor es parte de la trampa.

Antonio Méndez

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