lunes, 12 de enero de 2009

JOSE ANGEL VALENTE: un brindis con Aníbal Núñez.


Sobre un perfil quebrado o la flor del acónito

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Comenzar: las palabras deslícense. No hay nada que decir (...)
Terminar el poema.
ANÍBAL NÚÑEZ, Cuarzo.


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¿Presentí realmente, entonces, lo que podía llegar a ser la transparencia del poema en Cuarzo o la precisión de la palabra extrema de los doce emblemas que acompañan ahora a esta Primavera solúble?


Era él extremadamente joven, 23 años apenas, cuando recibí su primer libro. 29 poemas, publicados en Salamanca con Ángel Sanchéz.
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Se repite tu nombre en tu memoria. Ahora, en este tiempo en el que casi nadie deja de sí memoria duradera. Aníbal Núñez. Frágil y duro, como el cuarzo, entre tantos supervivientes fraudulentos.

Más vale, créeme, muchas veces, morir. No hay nadie. Espeluznante baraja sin imágenes. Morir por lenta disolución sin fin en la melancolía.

Inútil arrepentirse. Si se ha avanzado un pensamiento, ya no cabe retroceder. Se retrocede, a veces, por conveniencia o miedo.

(...)

Hace tiempo, en un texto que sólo ahora, ya después de tu muerte, llega hasta mis manos, me propusiste un brindis. No dudo en aceptarlo. Y así, a la caída de la tarde puedes venir a casa, la puerta está entreabierta, brindar conmigo en el arcaico cuenco de aquel poema mío que con cordial cinismo parodiaste o en un simple vaso de cristal.

No importa. El recipiente, una vez apurado el whiskey que propones, desaparecerá en el aire, en el que siempre hace primavera soluble, arrastrado a lo alto por su propio vacío. Por eso, para que tal suceso al fin nos acontezca y ponga término a la tan dolorosa demanda del graal como ha sido tu vida, se hace necesario -sabido es- el cáliz apurar hasta las heces. Bebamos, pues. Brindemos estrictamente por tu nombre. En el fondo terrible de la copa o en su vaso hay el rostro de un dios, la nada. ¿Cómo podríamos, con qué necio discurso balbucido, retroceder ahora?.

Bien puedes ver que este texto, a propósito de tu memoria escrito, está hecho de diferentes capas dolorosas, de varias sumergidas elegías o de naufragios de distintos llantos. ¿O son todos -me digo- uno solo y el mismo?. Tal vez. Y tal vez sólo por eso pueda ahora tender hacia ti un puente, ofrecerte una mano y el vaso en ella, del brindis que uno con otro nos debíamos.


José Angel Valente
Textos críticos dispersos o inéditos
Obras Completas II
Galaxia Gutenberg
Edición de Andrés Sanchéz Robayna



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