miércoles, 9 de mayo de 2007

RICARDO DEFARGUES: EL SILENCIO HABITADO

EL POETA Y SU OBRA

Nací en Barcelona en 1933. Los primeros años de mi vida conocieron la agitación de la Guerra Civil. Me repartí entre Barcelona, Valencia y Francia adonde nos llevó mi padre huyendo de las bombas. En 1945 pasé a Valencia, donde acabé el bachillerato e hice la carrera de Leyes. En 1958 dejé Valencia, para dedicarme a diversas ocupaciones, “de cuyo nombre no quiero acordarme”. Conocí Madrid y sus ambientes literarios. Allí empecé a cultivar la poesía e hice diversas amistades, entre las cuales recuerdo con particular gratitud la de Vicente Aleixandre, poeta genial y “confesor de poetas”. En 1968 fui a vivir a Barcelona como Agente de Cambio y Bolsa. Fue una época de mucho trabajo, tal vez no muy adaptado a mi personalidad, pero también de viajes (la vuelta al mundo...). En 1983 pasé a Madrid, también como Agente de Cambio y Bolsa. Al suprimirse la carrera, me transformé en notario de Fuenlabrada; de donde acabo de jubilarme. Pienso acabar mi vida en Madrid, he rodado demasiado ya. No creo que escriba mucha poesía. Siguiendo el consejo de mi amigo portugués José Bento, he confeccionado una Antología Poética donde ya queda dicho todo lo que tenía que decir. Desde mi piso veo la sierra tan admirable en invierno. La música y el video contribuyen a llenar mi tiempo. Acepto mi actual soledad. No temo a la muerte ¿cómo se puede temer lo inevitable? Y, mejor o peor, habré vivido.

Algunos de mis libros solitarios: Poesía, 1956-1973, Ínsula (comprende Primeros Poemas, El Arbusto –accésit del Adonais– y La libertad); Con la luz que declina, Pre-Textos; A cuenta de la Noche, Pre-Textos, 1997, y Antología poética 1960-2000, El Ciervo.





A CUENTA DE LA NOCHEA

cuenta de la noche.
A cuenta de la obra del ocaso.
A cuenta de la noche del sentido,
que va acallando, lenta, la palabra.
A cuenta de la noche de la vida,
lamento viejo que nos llega
del silencio definitivo.
A cuenta de la noche.

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De A cuenta de la Noche, 1997






Es frágil la razón de la muchacha
como los días de un anciano.
–El alma se marchita cuando el amor la entrega.
Has vencido la duda, y has destruido el mal.
–Con el precio de mi destino.
¡Feliz noche, amado príncipe,
velen tu sueño los ángeles!
–El resto sólo es silencio.
Se queja el viento en Dinamarca.
–Levanta la ceniza a las estrellas.
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De Con la luz que declina, 1991

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