martes, 24 de julio de 2007

LA MARCHA DE LOS 150.000.000 prólogo de Antonio Méndez

MUTILACIÓN DEL SENTIDO

(Antonio Méndez Rubio)

Wave of mutilation.THE PIXIES


Hay muchas posibilidades de que lo primero que llame la atención, al leer La marcha de 150.000.000, de Enrique Falcón (Valencia, Germania, 1998) sea el tipo de escritura con que nos encontramos. Antes aún que lo que se nos dice, que no es poco, de forma más o menos consciente, estamos ante un decir que nos desubica, que nos cambia de sitio como una brisa incómoda. Alguna vez se ha dicho que un verso continuo y una prosa discontinua, como es el caso de la Biblia, son tácticas características de las culturas orales, mientras que una prosa continua, como la novela, y un verso que agudice su discontinuidad, encuentran su sitio preferentemente en la cultura escrita. Y me vale esta idea para empezar a situar las páginas que siguen: una ocasión para temblar: versos que buscan no leerse sino decirse, pronunciarse y quedarse, con ritmo desmedido, bailando en la memoria.


Este poema es un canto, literalmente, una sucesión de cantos. No se olvide. Su atención a los excluidos del progreso no es cuestión sólo de temática sino también, más en su raíz, de pragmática comunicativa. De ahí que la voluntad de articular un discurso teniendo en cuenta a quienes ni siquiera podrían leerlo se cruce con una concepción conflictiva de la voz. Registros diferentes delatan una enunciación plural, abierta justamente a la diferencia y al cambio, al desafío y a la intemperie de la alteridad: por eso quien(es) aquí habla(n), de ser un sujeto, sólo puede ser un sujeto alterado, atravesado por los otros mortalmente. Alguien (o alguienes), este enrique falcón, que delira, que confunde los mundos sin remedio, que le ha devuelto la palabra al grito.

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En este sentido, el discurso se resiente. Se resiste por ejemplo a convertirse en Texto y, desde luego, en Libro. Difumina sus bordes. No se deja tratar como un objeto, descontrola su uso, se rebela con cada paso. Fiel al motivo que le da sentido, no se detiene: se entiende como escritura en proceso, provisional, en continua (des)organización, sin cierre ni fronteras –aquí se editan las dos primeras partes, El saqueo y Los otros pobladores, de un proyecto más amplio que sigue reescribiéndose. Es inútil, entonces, esperar ingenuamente el final del trayecto cuando se nos invita a un trabajo, no sólo de lectura, que no termina –aunque el texto lo hiciera.





El poema se abre (las venas) no sólo en la dirección de lo sintagmático sino también en lo paradigmático. Se hace visible el recurso a las notas en el margen, cuya función tiene que ver, no tanto con una concesión a la transparencia ideal del significado del texto, como con un contraste lingüístico que hace añicos el aura de la Poesía, ese “vaso santo”, como decía Roque Dalton, que no debería mancharse con el imperialismo, la tortura o la miseria cotidiana de los sin voz y los sin rostro. Por otra parte, estas notas no dejan de ser una ocasión contrainformativa para recordar entre otras cosas que, después de tantos años criticando a Marx, ha llegado la hora de leerlo.
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La marcha de 150.000.000 desacraliza la Poesía sin necesidad de abandonar su estirpe religiosa, su deseo desconcertante de explorar los lazos (re-ligare) que nos unen y nos desunen más allá de lo reconocible. Desde una contemplación que es a la vez acción, forma de vida, práctica y política, esta fe es una forma de tomar partido, como hay otras, por quienes se están quedando sin tiempo y sin mirada. Es la visión salvaje de quien ha visto el mundo hacerse (de) pedazos y deja que ese estallido se encarne en la agitación sintáctica y la violencia del montaje que dan cuerpo al poema. La confianza en la movilidad de los fragmentos, en un caos que destruye y construye, se opone así, calladamente, al estatismo de un todo que se superpusiera a las partes fijando jerárquicamente sus posiciones. La mutilación no le sobreviene a los poemas porque ya la incorporan.



Una liberación que el texto hace materia. Ésta podría ser la estrategia (im)posible de esta escritura sin arjé, anárquica, revolucionaria. No en balde, los puntos de encuentro entre esta visión del mundo y el comunismo libertario son más de uno y más de dos. El poema hace política desde su apuesta por un territorio sin fronteras hasta su desplegarse en un mundo cambiante, esto es, antiinstitucional, socialmente regenerador, pasando por la crítica de la noción de autor como forma de control y apropiación del sentido. Lo que se pone en crisis aquí no es un concepto abstracto sino una forma de orden muy concreta: la propiedad individual del texto, que se descompone justo en su punto neurálgico, en el individuo como origen que queda en entredicho, desmontado. Como quería Kropotkin en Los tiempos nuevos, el individuo, más que una (id)entidad autosuficiente, es un espacio de encuentro y desencuentro, una “colonia de pequeñeces infinitas asociadas pero conservando su vida propia”.





Sabiendo beber de Isaías a Ernesto Cardenal, de Huidobro a Neruda, de las rodillas de una niña descalza a los informes anuales sobre derechos humanos, de Jim Morrison a Silvio Rodríguez... la marcha sigue avanzando. Para muchos y muchas, las páginas que siguen serán motivo de escándalo, si no colectivo, cosa que hacen difícil las nada casuales limitaciones del alcance que tiene hoy la poesía, sí al menos en el precario recinto, secreta pero igualmente político, de lo personal. Es el recinto que ahora estos poemas de Enrique Falcón nos invitan a abrir, no sin el miedo frágil, “de cristal”, que da la rabia y la esperanza de un futuro imprevisto. Como esta escritura, hecha de incendio y de mutilación, nuestro cuerpo es a la vez el cuerpo del desastre y el cuerpo del abrazo. Con las palabras de E. Malatesta, “sólo es posible emanciparse por medio de la unión”. Que no se nos olvide.
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(Antonio Méndez Rubio: "Mutilación del sentido"; prólogo a la edición de La marcha de 150.000.000, Germanía, Valencia, 1998.
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También publicado en: Antonio Méndez Rubio: Poesía sin mundo, Ed. Regional de Extremadura, Mérida, 2004)

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