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Os avanzo de la revista internacional de Poesía 13 TRENES, de su nº 6 correspondiente a marzo 08, poemas de Enrique Falcón, Laura Giordani y Julio Obeso.

MORATALAZ
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"On a pile of lime"
(Robert Lowel)
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Yo tenía una mano fría metida en un montón de tierra negra.
Un día cogí
y la elevé por los aires.
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De mi mano no supe nunca nada.Si importa,
quedé con mis insectos de cara a la ciudad,
a las suaves autovías de la sangre
largada en las arenas.
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Nunca más volvió.
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Si quedó enganchada en el humo de las chimeneas
o en el insinuado capricho de un recuerdo,
no lo sabe nadie.
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Un día tomé mi mano más mendiga
y la eché a perder.
Dejando sobre un tiesto de tierra negra
la mano que se oculta.
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Recuerdo el día, la temperatura sobre las ventanas,
pero no el lugar.
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MOLIENDA
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Diminuto escombro de un tiempo de leche y nanas,
desde la bóveda de un paladar que no sabe de iras,
se va descacarando inexorable la infancia.
Astilla que en la mano queda,
saldo de esta molienda lenta de los dioses
que reclama nuestro salvado y nuestros huesos
para cebar alguna merienda celeste, lejana.
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Queda en la mano esta condensación de lágrimas,
una piedrecita a la medida de un duelo íntimo
Por tanta muerte imperceptible, privada.
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Convalecencia de una estrella
caída de un mundo donde las palabras no mienten
y la desnudez es la talla del juego
y el tiempo no juega a que nos amasa.
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Se exilian candores en el esmalte ya inútil
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y quedan jugando en tierra las mañanas antiguas.
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No estaremos para atestiguar la estela,
la voracidad que nos convida a ser harina
en esta molienda lenta, extraña.
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Ya en tu cuerpo la vida inaugura otros filos
y planta estandartes de cordura
y te enciende ferocidades nuevas;
otros dientes para triturar las espigas
de los días que te aguardan
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Cuando niño, nada maderable había
y, todo era juguete, cualquier sueño:
Ángeles en la sopa, aviones mosca,
pinzas pirata.
Qué permeables los ojos y blandas
las esquinas, intuición de manos y destajo.
Mucho más tarde supe del niño yuntero.
El reloj tenía prisa, valor lo hecho, puñal la mesa
y la vida terrorista firmaba el fin, del alto al juego.
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